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DIA SEGUNDO. 89 hermosura, cuando se hacen por la santa obediencia. ¿Cómo es posible, venerables Religiosas, que no sea breve, fácil y seguro un camino que se anda sentadas á la mesa, descansando en vuestras celdas paseándoos, en vuestra huerta, entreteniéndoos virtuosamente en la la- bor, y aun durmiendo? Este es el carácter de la obe= diencia universal. Con ella sereis felices, y sin ella será vuestra condicion mas miserable que la de todos los mor- tales. Vivid felices obálleciendo; yo os deseo tan grande bien. Obedeced en todo, y obedeced prontamente, que es la segunda propiedad de esta excelente virtud. Segunda. El Apóstol San Pablo instruyendo á los Filipenses en las obligaciones de la obediencia, como acabamos de oir, no solo les encarga que obedezcan, sino que obedezcan sin tardanza, al instante, luego que se les intime el mandato, apenas oigan la voz del superior: Omnia fa- cite sine murmurationibus, el hesitationibus, ut sitis sine querela, et simplices filii Dei. De esta suerte se- reis hijo de Dios, les decia el Santo, El os amará como padre, y gozareis una paz, un sosiego, y una tranqúui- lidad admirable sobre la tierra. Esta preciosa doctrina aun antes qué el Apóstol la predicase, la vemos practi- cada por los hombres mas ilustres del Testamento anti- guo. Apenas manda Dios á Abraham que le sacrifique su amado hijo Isaac, cuando sin detenerse, sin balancear un punto, con la revelacion que anteriormente tenia de que de aquel hijo procederia una posteridad innumera- ble ,'toma la espada, acopia la leña, prepara el fuego, marcha con el hijo, sube al monte, y trata eficazmente de cumplir éste, al parecer, durísimo precepto del Señor. ¡Qué obediencia tan pronta ! No era menor la de David cuando decia : Señor, preparado está mi corazon, apa- rejado, pronto está mi corazon para obedeceros. Apenas Zaqueo oyó la voz de Cristo que le mandaba bajar del

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