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DIA SEGUNDO. 85 conciencia. Esta verdad constante , que en todo el mundo que vive en sociedad se verifica, para mantener el buen órden y la pública tranquilidad en el estado, que se des- quiciaria y trastornaria todo sin su observancia, se 0b> serva muy particularmente entre los cristianos, y con mayor estrechez entre las personas religiosas que con un solemne voto hemos confirmado las promesas del bautis- mo, y los preceptos del Evangelio, cuando ofrecimos obedecer toda la vida á nuestros legítimos prelados, sia admitir otra limitacion, que lo que fuese contra la ley santa de Dios, y contra nuestra alma segun la inteligencia le- gítima, justa y verdadera de la regla monástica que pro- fesamos. Y ved ahí, venerables Religiosas, las dos con- diciones que debe tener nuestra obediencia; conviene á saber: 1.* que sea universal : 2.* que sea pronta. Com- prendedlas bien, pues ellas abrazan un fondo de doctrina muy interesante. Primera. Escribiendo el Apóstol San Pablo á los Filipenses, les dice: haced todas las cosas sin murmurar. Todas las co- sas, dice, sean árduas ó fáciles, pesadas ó ligeras: sean conformes á nuestro gusto, ó contrarias á nuestro pala- dar: Omnia facite: en todo se debe obedecer sin mur- murar. Sea la prelada sábia ó ignorante: mande con prudencia ó sin ella: sea aceptadora de personas ó no lo sea: mande muchas cosas ó mande pocas: Omnia faci- te. Que dé á las Religiosas de su partido los empleos de descanso, y á las otras que no lo son los trabajosos y pe- sados: que á aquellas no las mande nada y áestas todo: que sea impertinente y díscola, ó virtuosa y moderada; eso nada importa á las Religiosas obedientes. Ellas mi- ran á Dios, la obedecen por Dios, y siempre que las pre- ladas nada manden contra Dios, todo es hecho sin ré- plica, sin aparentar escusas, sin inventar pretextos, sin murmurar: Omnia facile sine murmurationidus. En e 7
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