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Ps Fe a Na nig epee geet BT oe a - 23 — ciones, y.se hacen pedazos los montes de diez siglos, doblegandose sus altas crestas delante del que tiene sus caminos en la eternidad. El levantara su arco, y lo en- tensaré, y cumplira el juramento que hizo 4 su pueblo. _ El abismo hablara entonces, y las alturas alzaran sus manos, Sefior, afiade el Profeta: el sol y la luna se de- tuvieron: al ver el fulgor de tus saetas, marcharan en el resplandor de tu vibrante lanza; y tu, con un bramido, hollaras la tierra, y con tu furor haras que caigan en estupor las gentes; porque saliste para salvar 4 tu pue- blo, te levantaste para salvar 4 tu Ungido, y derrocaste la cabeza de la casa del impio, echaste la maldicion 4 sus cetros, y al jefe de los guerreros, que venian como torbellino 4 hacernos ailicos (1).» ‘Todo esto acontece, mis amados oyentes, cuando, cumplido el tiempo de la paciencia de Dios, determina este levantar su mano, y, desenvainando su espada, sale E] mismo 4 dar batalla 4 los enemigos de su Hijo y de su Iglesia. Pero escuchad lo que os voy 4 decir, y conservadlo grabado profundamente en vuestros co- razones. ; No hay en este mundo mayor nobleza, como decia una Santa miartir 4 un tirano, que la de ser cristiano: «La servidumbre de Cristo, decia, es mas noble que todo el esplendor de los Reyes (2).» El hombre noble con la nobleza terrena, deja de serlo y empieza Aser vil desde que se encarniza con el débil y miserable: Ja mayor de- ' gradacion de un vencedor es saciar sus iras en el ven- cido. Hoy, nobilisimos hijos de la Iglesia catdélica, cele- brais un gran triunfo, y teneis indicios ciertos de otro mayor. Pedid, pues, al cielo lo que la nobleza misma terrenal prescribe entre los hombres, lo que la Religion manda, lo que Jesucristo nos ensefia, y lo que desea (1) Habac., orat. (2) Act, Mart., S. Agath. De aay ey eT EER aol ty ER aeRO >} = ~ y ‘ Pe F 2 eh tes ie aaa

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