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ooy “ee ; | al que es su Cabeza visible: cuando en toda la redondez de la tierra se oye hoy el mismo cantico, se modula la misma salmodia, hacen eco las mismas alegrias, resue— nan los mismos ruidos festivos, yretumba toda la tierra con una especie de tempestad de melodias, con la cual los catélicos bendicen 4 Dios por sus misericordias, no puede uno menos de presagiar algo que va 4 ser nuevo, inaudito y estraordinario en los tiempos y en las cosas. gSabeis lo que es esto, mis amados hermanos? No os lo diré por propia autoridad. El Espiritu Santo nos dice (1), los Santos nos ensefian, y la Iglesia lo confir— ma, que toda inspiracion santa nos viene de Dios, di- ciéndonos ademas que, cuando el Sefior quiere conceder una gracia, estraordinaria t ordinaria, envia primero la inspiracion , la gracia de la inspiracion, para que se la _pidamos. Ahora, pues, desde aquel momento tristisimo en que Herodes tenia preso 4 San Pedro, no se habia visto jamas una cosa tan parecida 4 lo que hoy estamos viendo. Entonces toda la Iglesia se puso en oracion pi- diendo4 Dios la libertad de-Pedro (2); de modo que la Igle- sia pedia lo que Dios la habia inspirado que le pidiese, porque se lo iba 4 conceder. Y hoy sucede otro tanto: la Iglesia entera, en toda la redondez de la tierra, tiene la misma inspiracion, hace ]a misma oracion, y dirige 4 Dios la misma stiplica, pidiéndole que el gran Pio vea los dias de San Pedro, y hasta que los supere, para que pueda ser testigo del triunfo mas grande que habra te— nido la Iglesia desde los tiempos de Diocleciano. Y esta es mi esperanza, la misma que no he dudado espresar al mismo Soberano Pontifice hace seis dias, al remitirle un libro que he escrito hace poco, en el cual he afirmado y afirmo que esa Italia efimera, ese reino de agregaciones de rapifia, formado con los despojos mas (1) . Jacob, cap. 1, vers. 17. (2) Act., cap. xf, vers. 5,
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