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ee BE aS el valle es nuestro; la altura y la hondonada estan guardadas: no se nos escapara.» Y Dios se rie de ellos, por haber dejado las laderas sin custodia, y porque no han visto sus senderos. Asi sucede, y no de otro modo; y, como lo decia el Profeta Rey: Qui habitat in ceelis irridebit eos, et Dominus subsanabit eos (1). zY no es esto mismo lo que esta presenciando la Iglesia catélica en estos tiempos de persecucion, que la han suscitado muchos, que no toman en sus labios las palabras de hijos muy devotos y de protectores decidi- dos, sino para clavarla con mas facilidad el dardo de sus iras, 6 para encubrir la trampa disimulada con ra— majes floridos? Una conjuracion aleve se ha estado ur— diendo, desde tres lustros atras, para asediar poco 4 poco al Romano Pontifice, y estrecharle hasta obligarle 4 que entrase en pactos con la revolucion antisocial, y sancionase unos principios nuevos en el 6rden social y ' politico, que subvertian todos los que Dios ha revelado, los que conocemos con las solas luces de la razon, y los | que ha consagrado el derecho publico y de gentes. Se ha conseguido llevar la seduccion 4 los retretes de los grandes Consejos de los imperios, y corromper los en— tendimientos de los pueblos con doctrinas erréneas, pero favorables 4 los instintos brutales de las masas que echan en olvido la ley de Dios. Un fantasma de unida- des nacionales y politicas semejantes 4 la que publicé Antioco (2) para apoderarse de la Judea, de Jerusalen. y de sus tesoros, empezé 4 aparecer como en vision 4 los pueblos felices que vivian en las riberas del Tiber y en las amenas campifias del Latio. gY para qué se hacia todo eso? Para tejer la red en que querian esos lobos, disfrazados con piel de oveja, que cayese el Vicario de Cristo. (1) Ps. n, vers. 4. (2) I Mac., cap, 1, vers. 43, 3

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