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ae su clava ferrada y no deja uno solo en pie en pocos momentos: Ht excitatus est tamquam dormiens Do- minus, tamquam potens crapulatus a vino (1). Asi lo creemos, y al ver los desafueros de los malos; al ser tes- tigos de sus atentados sacrilegos; al presenciar la impu- nidad con que los perpetran y Ja jactancia insolente con que insultan 4 los servidores del Altisimo, no podemos menos de gritar al cielo, y decir 4 Dios con el Profeta: Sejior, levdntate: zpor qué te estas durmiendo (2)? Pero si bien nuestra oracion es santa y acepta 4 los ojos divinos, nos equivocamos en creer que Dios ha de hacer cosas grandes y ruidosas, 6 instanténeas, para confun- dir 4 los malvados. Noes asi, no. gSabeis cémo confunde Dios 4 los enemigos de su Iglesia? Riéndose de ellos, dejandolos que vayan urdiendo sus tramas, teniendo sus concilié- bulos, caleulando sus medios y formando sus planes, y aun dejandoselos ejecutar para que queden burlados | todos ellos, precisamente cuando creen que han logra— do su objeto. Y no hemos de suponer que Dios se ria de nadie, como dice San Gerénimo, sino que nos- otros hacemos cosas dignas de risa y de desprecio (3). Y, en efecto: gqué cosa habria mas digna de risa que el ver que un reptil se empefiase en derribar una gran roca de granito, royéndola por él cimiento? Qué cosa mas digna de irrision que el ver al barbaro africano echando pufiados de tierra para oscurecer el sol, 6 lanzando saetas contra él para quitarle las madejas de su luz? Pues eso es precisamente lo que intentan hacer los enemigos de la Iglesia catdlica, y Dios los deja que corroan la roca de Sion, sin mas resultado que el de perder sus dientes, y que disparen dardos contra ella (1) Ps, uxxvu, vers. 65, 2) Ps, xu, vers, 23, (3) Coment. in Ps, 11, vers. 4.

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