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a cia, no sian cémo penetrar alli, donde hace ya diez y ocho siglos no ha permitido que nadie viviera cin— co lustros. Hé ahi lo que esta viendo el pueblo caté-— lico; y asombrado, gozoso, derramando lagrimas de ale- _ gria, apenas puede hacer mas que levantar sus manos al cielo, y decir al Sefior en medio de su éstasis: Tu brazo, Senor, ha sido ensalzado por tu fortaleza; tu derecha, Senor, ha herido al enemigo; Tit eres quien en medio de la gloria has echado por tierra al adver- sario (1). Quien se asemeja a Ti entre los fuertes,joh, Sefior! ;Quién se parece 4 Ti, que eres magnifico en la sossidaid terrible y digno de alana: y hacedor de maravillas (2)? V. Para examinar este acontecimiento, tinico y es- pecial en el largo periodo de diez y ocho siglos, no basta la ciencia, y mucho menos esa ciencia altiva y orgullo- sa que se precia de saber las cosas divinas, cuando has- ta ignora las humanas; es necesario, no solo tener fe, sino avivarla mucho. Para esos escépticos que destruyen todo lo que es el ornato esterior de la Iglesia catélica, creyendo en su necedad que la han de destruir 4 ella: para esos revolucionarios, cuya ciencia es la negacion, cuya ocupacion es destruir, cuyo ambito de accion es la materia y el. materialismo, y cuya religion se reduce 4 un sentimentalismo vago y abstracto, 4 un naturalis— mo degradante y vergonzoso: para esos seres que tie— nen un entendimiento sin alas para volar al cielo, este acontecimiento no tiene significacion; pero para el pue- blo catélico la tiene, y muy grande; pues én vista de él, su fe se eleva 4 las regiones mas sublimes, y su es- peranza lo lleva 4 tiempos ulteriores, viendo por medio de la primera de estas dos virtudes lo que esta pasando (1) E.xod., cap. xv, versiculos 6 y 7. (2) Exod., cap, xv, vers. 11.

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