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ygnarlos. En efecto, ¿quién no ha oido decir estas Ó análogas expresiones? ¡¡Con un papel mal impreso que se nos da tenemos licencia para comer de carne, y sin él no lo podemos!! Mise- rable objeción, que no merece los honores de larefutación. Porque ¿qué católico ignora que todos $us ayUnOS debe hacerlos de rigurosa vi- gilia, no pudiendo en ellos tomar carne, á no serque el Papa le dispense de este precepto? Y ¿qué otra cosa es el Sumario ó la Bula á la cual los cristianos poco afectos al Romano Pontífice llaman el papel en tono despreciativo? No es sino el testimonio fidedigno en donde consta la dis- pensa. El Sumario no es el que faculta para co- mer de carne en dichos días; es el documento ó patente que testifica el privilegio concedido por el Papa. Por eso hemos afirmado resueltamente que aunque se extravíe el Sumario se participa desus gracias.—Pero es el caso, replica otro, que tenemos que desembolsar unos cuantos reales para conseguir el privilegio. Sea así enhorabue- na; mas ¿no es cierto que hasta las familias po- bres se gastan sus dineros en glotonerías, en asistencia á los toros, á los teatros, cinemató- grafosy otros espectáculos repugnantes? — No me duele el soltar los reales, insiste otro de la cuerda, sino porque con ellos se enriquecen los curas. ¡Cuántos dislates é insulseces! Hay que repetir por centésima vez: los productos reco- lectados de las Bulas, no son para los curas; son para la nación española, para los pobres y para tl culto de las iglesias, harto necesitadas desde que se les ha despojado de sus legítimos bienes. Es, por consiguiente, limosna más meritoria, sicabe, que la dada á los pobres de solemnidad. pe EA O RD A A AS ak EA ER Sa pe 3 e

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