BCCCAP00000000000000000001810
236 - Miguel Anxo Pena González la dependencia que Ciruelo tiene del método escolástico a la hora de estudiar el sentido literal de la Escritura. Después de afirmar el principio yla conclusión a la que llega, el autor se detiene en mostrar una serie de ejemplos de la Escritura -tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento- que apoyan lo que afirma. Parte, como primer recurso, de dos visiones que ponen de manifiesto lo que está afirmando, la primera es la de Dn 10,1 donde después de fijar exactamente cuándo tiene lugar la visión se afirma expresamente que la palabra fue revelada a Daniel y, más adelante, se garantiza que él "enten- dió la palabra y alcanzó inteligencia en la visión". De manera complementaria, 1R 10 sirve para completar la reflexión puesto que en el v. 3 se dice que Yahveh ha escuchado la súplica y la plegaria de Salomón. Este enunciado sirve como ratifi- cación de su condición profética pero, además, esta está dependiente del hecho irrenunciable de caminar en su presencia. Tanto en el caso de Daniel como en el de Salomón, Ciruelo marca una clara diferencia, poniendo de relieve que la revelación proviene de Dios y, de por sí, el encuentro con Dios resulta siempre paradójico, por lo que el profeta se convierte en su mensaje e intermediario, del que se espera un actuar inteligente. Así, recurriendo al ejemplo de la burra de Balaam (Nm 22ss.), afirmará que se requiere que comprenda las cosas que le son notificadas por divina revelación. Será ahora cuando matice cómo ha de ser dicho conocimiento, que no implica la comprensión de todos los sentidos de la Escritura. Pero sí identifica dos condiciones necesarias e irrenunciables para que la revelación esté cargada de verdad: que sea un hombre de Dios y que sea denominado profeta con propiedad. De esta manera, la palabra de Dios cumple en su totalidad el concepto de paradoja, uniéndose a ello el hecho de que el sentido literal de los hechos y de las palabras, supone un cono- cimiento que trasciende lo humano, que es lo propio y específico del profeta. Este aparece claramente como un intermediario entre Dios y los hombres. Pero el profeta podía tener conocimiento y ser capaz de interpretar y compren- der adecuadamente más de un sentido, pero él afirma que esto no tendrá lugar siempre en el mismo orden. Así lo refiere recurriendo al primer ejemplo que utiliza del Nuevo Testamento. Se refiere a Jn 11,49, donde el sentido auténtico del texto se descubre por medio del sumo sacerdote, lo que se desvela en vv. 51-53, cuando Caifás profetiza que Jesús moriría por todo el pueblo. El detalle resulta de particular interés, pues Ciruelo -siguiendo la interpretación cristiana de la Escritura- pone de manifiesto cómo la profecía del AT cobra pleno sentido en el Nuevo Testamento. Por último, en relación al hecho de que puedan compaginarse más de un sentido, pone dos ejemplos que él considera provenientes del corpus paulino, tal y como se creía en aquella época, aunque hoy sepamos que el primero no lo es. Está tomado de la carta a los hebreos (Hb 11,8-11) en relación a la tierra prometida, donde pone de manifiesto que ya el pueblo de Israel supo ver más allá de lo que él
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz