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Pedro Ciruelo: varios sentidos de la Sagrada Escritura - 233 589: ff. 1v-3v.). En otras ocasiones será también colaborador en las traducciones latinas, lo que vendría corroborado por las explicaciones en los proemios de los diversos manuscritos, así como por las notas latinas marginales e, incluso, por algún autógrafo del mismo maestro. Con estos trabajos pasa a ser no solo una figura reconocida y sobresaliente en el ámbito de las ciencias y de la teología, sino que lo es también en la filosofía bíblica y todo el ámbito de la hermenéutica, necesaria para la adecuada comprensión del contenido de la Biblia. Los manuscritos, aun no siendo citados directamente por las siguientes gene- raciones, serán requeridos frecuentemente por los académicos, dando cuenta de la importancia, valor y trabajo de los mismos. El propio Arias Montano hará uso frecuente de ellos, cuando lleve a la imprenta la Biblia de Amberes (Pastor Julián, 2021: 61). Como señala Carlos del Valle en relación a un poema de Alfonso de Zamora en el que hace una laudatio del maestro Ciruelo, es un claro ejemplo "para ilustrar las ideas e inquietudes de los teólogos y exegetas contemporáneos sobre la Vulgata y el texto hebreo bíblico" (1999: 419). La obray su intencionalidad Ciruelo nos describe en el prólogo cuál es la intención de la obra: poner claridad y orden en cuestiones que resultan paradójicas. Y, por ello, no pone un título de manera ingenua, sino que hay una intencionalidad clara y precisa de ir más allá de una simple opinión común. Este título ya había sido utilizado por otros autores hispanos y salmantinos anteriores, como es el caso de Alfonso de Madrigal, el Tostado. Este, a mediados del siglo XV, había escrito su Líber paradoxarum (1508), donde también afronta el reto de aclarar una serie de temas controvertidos. Dicho concepto, al mismo tiempo, entroncaba con aquella comprensión teológica que per- mitía verificar que la paradoja en teología tiene que ver con el tema de la revela- ción, de tal suerte que la paradoja es ineludible como forma de enunciado y tarea de pensamiento. Así lo han afirmado diversos teólogos a lo largo del tiempo. Un ejemplo claro de ello es el teólogo Henri de Lubac quien llega a afirmar que "el dogma no es así más que una serie de «paradojas», que desconciertan a la razón natural, y que reclaman no una imposible prueba, sino una justificación reflexiva" (Lubac, 1988: 230). Yprecisamente, eso es lo que quiere alcanzar también -desde su marco histórico y cultural- Pedro Sánchez Ciruelo. Por su parte, al final del prólogo explica que su intencionalidad es aclarar, para el beneficio común, una serie de cuestiones que resultan paradójicas en el campo de la teología. Y, por ello, se detiene también en el término que utiliza, entendiendo que está más allá de la opinión común, por lo que puede tratarse de algo falso, que se presenta con apariencia de verdad, o aquello que resulta contrario a la lógica
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