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232 - Miguel Anxo Pena González resuelto al respecto, pues ya con cuarenta años se pone a estudiar hebreo de la mano de cristianos venidos del judaísmo. Él mismo narra cómo, en 1500, se habían convertido al cristianismo en la península ibérica una serie de judíos que eran doctos en la Biblia hebrea. Fuera de todo escrúpulo, considera que estos han de ser los que enseñen a los cristianos "los secretos del Antiguo Testamento". Así, asis- tido por Alfonso de Zamora, superados ya los cincuenta años, emprende la ardua tarea de traducir palabra por palabra el Antiguo Testamento. Cree, asimismo, que la nueva versión interlineal ad verbum permitirá medir con precisión la exactitud de otras traducciones, considerando que tanto la traducción latina de san Jerónimo como las paráfrasis aramea y griega de los LXX, aun siendo bastante fieles, se aleja- ban de la veritas hebraica (Pastor Julián, 2021: 58). Por ello creía que sería de suma ayuda una traducción tal, sin adición u omisión alguna y sin ningún cambio en el orden de las palabras. Ciruelo estaba preocupado por captar con precisión aquello que se encontraba en el original hebreo y, también, que pudiera servir a la tarea de los teólogos. Este segundo aspecto contrasta con la preocupación y el modo de proceder de estos últimos que, aferrados a la escolástica, tenían muy poco contacto con la Escritura y, mucho menos, con un texto literal. Su proyecto había comenzado, el año 1526, con la traducción del Génesis (Ms. 118-Z-29, de la BUCM) continuando luego con Lamentaciones, Daniel e Isaías en 1530 (Ms. 118-Z-28, de la BUCM) y, unos años más tarde, en 1536, con la revisión completa del Pentateuco (Ms. 589, de la BGUSAL), afrontando dos años más tarde, una nueva traducción del Éxodo (Ms. 118-Z-30, de la BUCM). El proyecto, de alguna manera, remite al promovido por Cisneros en la Biblia complutense y, casi podríamos decir, se vuelve complementario de aquel. Pero Ciruelo no quiere conformarse con el conocimiento de la sintaxis hebrea, sino que también busca entender su gramática (Ms 589, f. 2va). Se trata de captar, en toda su profundidad, el contenido y la inten- cionalidad del texto. Es importante hacer notar que no pretende realizar una tra- ducción completa de todo el Antiguo Testamento, sino de aquellos libros en los que se encontraban los fundamentos de la fe católica, puesto que la función principal de las Escrituras era el crecimiento de la fe y, a un mismo tiempo, la impugnación de los judíos. Asu proyecto faltaría la traducción de los profetas Jeremías, Ezequiel, además de Salmos, Proverbios y el Qohelet o, en su defecto, no han llegado hasta nosotros. Gracias a la estrecha colaboración entre Alfonso de Zamora y Pedro Ciruelo contamos con la traducción interlineal latina, del texto hebreo de gran parte del Antiguo Testamento, pues es importante acotar que, en ningún momento, preten- den hacer una traducción latina. Alfonso de Zamora será el autor de todos los textos hebreos de los manuscritos conservados, así como de las anotaciones gramaticales y exegéticas. Por su parte, Pedro Ciruelo lo es del prefacio latino que precede al texto hebreo del Pentateuco y a la traducción latina literal (Sánchez Ciruelo, Ms.

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