BCCCAP00000000000000000001809
Pedro Ciruelo: actitud ante la peste - 181 pondencia fluida lo llamará el ''Virgilio cristiano". De igual manera, Pico della Mirandola afirmará que sus versos son "divinos y santísimos". La obra utilizada por Ciruelo fue reeditada treinta veces, entre 1489 y 1510. En dicho poema, escrito entre 1479-1480, fustiga los vicios de las gentes, lo que hace recurriendo a una serie de ampulosos horrores. No hay duda que la elección, por parte de Ciruelo, es afortu- nada, ya que incide en las ideas que él mismo quiere resaltar, por ello, en los versos escogidos comienza afirmando: "Soy la dueña de la fortuna y el azote del crimen" y, luego, resalta aquello que ha de estar presente en un hombre virtuoso: el trabajo, la lucha, la fuerza, la inteligencia y la capacidad de aprender. Algo que, por otra parte, vendrá corroborado por la Escritura. Pero Ciruelo quiere dar un paso más allá, poniendo de relieve que lo más importante a lo que el hombre puede aspirar es a la salvación o, como él mismo dice, ''la gloria celestial", que se alcanza mediante el cultivo de las virtudes teolo- gales. Así, frente a las falsas virtudes promovidas por los "mundanos filósofos", él propondrá la sabiduría divina, pero para que las teologales puedan dar fruto, es preciso que los fieles escuchen la Palabra de Dios, que viene interpretada por la Iglesia, explicada por los doctores de la misma y, de manera particular, mediante la predicación. El autor parte del principio de que la teología es la ciencia suprema, mientras que la filosofía es ancilla theologiae, lo que justifica recurriendo a la Escri- tura, particularmente en el libro de la Sabiduría. Esto explica, a un mismo tiempo, que no sea suficiente con argumentar con la Ética aNicómaco, sino que esta es un paso necesario y previo, antes de la fe. Su intención, como teólogo tiene un carácter eminentemente práctico, ya que no pretende hacer otro tratado teológico como los ya existentes, sino que se dirige al "regimiento caritativo y piadoso que han de tener los fieles siervos de Dios en la pestilencia". Esta actitud caritativa es lo que luego expondrá, con mayor detalle, en las tres causas que le llevan a escribir el tratado, y en las que se detiene ahora. La primera sería la consolación que han de promover los teólogos en momen- tos tan duros como los de la peste, lo que vendrá justificado en recursos a diver- sos textos del Antiguo y Nuevo Testamento que, además, se ven amparados por el mismo san Agustín en su Doctrina cristiana, obra recurrente en el humanismo cris- tiano y que, en la presente ocasión le sirve para justificar la necesidad de discerni- miento entre lo bueno y lo malo. Aeste respecto, la cita de San Agustín, que Ciruelo acomoda levemente, resulta elocuente, dando a entender que cualquier persona que no sea teólogo, ha de aprender en la Escritura aquello que no se puede asimilar en otro lugar. Ciruelo no escoge al azar las obras de san Agustín, sino que utiliza aquellas que se convierten en el núcleo central de su pensamiento, aquellas que obviamente tuvieron una mayor popularidad y difusión, pero que inciden directa- mente en la manera de creer. Precisamente, el Enchiridion es un manualito sobre las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que se convierten en esenciales
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz