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180 - Miguel Anxo Pena González y confianza en la Divina Providencia. Una obra que, a lo largo de todo el Medio- evo, fue considerada como punto de referencia obligatorio. De esta manera, el Maestro Ciruelo se ubica en ese gozne entre dos épocas, pero que habla ya mucho de la modernidad del momento. Precisamente, Lorenzo Valla había considerado a Boecio como él último de los romanos y el primero de los escolásticos (Rand, 1957: 135-180). Las obras teológicas de Boecio tienen una fuerte carga dialéctica, al tiempo que afirman que la filosofía representa la sabiduría humana, tal y como los grandes filósofos la llevaron a la perfección. Su intención era mostrar la compatibilidad entre el platonismo y el aristotelismo, en el marco de un proyecto unitario del ser humano. Ciruelo es consciente de que se trata de una cita que Boecio pone en boca de Platón (Sententiae I 5, 5). Es esta otra característica, que podemos también encontrar en Ciruelo, la que nos pone en el camino de la búsqueda de la concordan- cia entre ambos sistemas de pensamiento. Se intuye, por lo mismo, cierta afinidad entre ambas figuras, que transitan entre la filosofía y la teología, pero donde clara- mente es la teología la que ocupa el papel más relevante. Ciruelo quiere hacer plausible que el bien común ha de prevalecer sobre el particular, pues será así como se pueda emprender también una superación de los vicios y pecados, donde el buen ejemplo y la virtud sean el lugar en el que se miren los ciudadanos. Estas ideas vienen sostenidas a partir de la autoridad de la Escri- tura (Le 11,17), así como por un dicho atribuido a san Jerónimo, que juega con dos conceptos fundamentales al respecto: el de concordia y discordia y, en tercer lugar, recurriendo al Filósofo. En el fondo Ciruelo quiere incidir en la idea de que, aunque el hombre tenga que hacer frente a las adversidades, esto no le puede alejar del proyecto de vivir virtuosamente. Aquello que Aristóteles había puesto de relieve en el libro VIII de la Ética: la conciencia de que a la concordia de los ciudadanos no le falta semejanza con la amistad, que ayuda también a afrontar los momentos difíci- les, con una perspectiva que mira al bien común, de tal suerte que, en los momentos de dificultad uno casi solo puede recurrir a los amigos. Ciruelo concuerda con el filósofo que la amistad si no es una virtud, sí algo muy próximo a ello. Yprecisamente es la virtud lo que el autor intenta inculcar en su auditorio, de tal suerte que no caigan en la adversa fortuna. No se puede olvidar que este es, pre- cisamente, un tema recurrente en los humanistas, tal y como pone de manifiesto el mismo Francesco Petrarca. Recurre igualmente a un autor de su tiempo, el beato Bautista Spagnoli, de Mantua, que llegará a ser uno de los grandes humanistas de su tiempo, siguiendo la estela de Virgilio, pero sin dejar de tener elementos medievales. Participó en el VConcilio de Letrán y fue delegado del papa en misiones diplomáticas. Era, clara- mente, un hombre de reforma, como se pondrá de relieve en las predicaciones ante la curia, donde fustigará los vicios. El mismo Erasmo, con el que mantuvo una corres-
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