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Pedro Ciruelo: actitud ante la peste - 177 El contexto de la peste La obra que ahora nos ocupa tiene la particularidad de relacionar una realidad concreta: la creada por la peste en su ciudad natal, con el intento de hacer una reflexión teológica acerca de la misma. En las primeras décadas del siglo XVI no faltarán obras, de esta índole por todo el continente europeo, coincidiendo e inten- tando aportar luz en relación a los sucesivos brotes que se van viviendo. Previa- mente, a lo largo de la primera mitad del siglo XV se habían puesto de moda los Ars moriendi, como compendios que servían para la preparación y acompañamiento de la muerte. Este género coincidía con los horrores de la peste y los levantamientos populares, por lo que crea ya un contexto particularmente abonado para lecturas de índole providencialista. En unas obras se plantean los consejos y advertencias para conservar la salud frente a la peste, así como los remedios a que se puede recurrir para recuperarla, en el caso de que uno se hubiera infectado. Otras se centran más en la parte espi- ritual, donde se incluyen normas e indicaciones para mantenerse en una sana doctrina, al tiempo que se corrigen doctrinas equivocada o erróneas y se castigan vicios. No será extraña la convicción de que la peste era un castigo divino por los pecados del pueblo. Su propio amigo y profesor en Alcalá, Alfonso de Zamora, com- pondrá también -en los mismos años- un tratadito sobre la peste (del Valle Pérez, 2021: 83-94). Previamente, pero también en el mismo contexto cultural, Alfonso Fernández de Madrigal, el Tostado, había también reflexionado teológicamente, sobre este particular, dándole el siguiente título: Tractatus de epidemia sive morta- litate (Fernández de Madrigal, 1953: 18-19). La relación entre demografía y sociedad era muy estrecha, puesto que la riqueza de un territorio se medía por la población. No se puede alteraba la situa- ción de angustia y miedo que provocaba la peste pues, debido a ella, se rompía el orden social, se alteraba la vida familiar, así como toda forma de relaciones sociales. De esta manera, se rompían los circuitos comerciales y los sistemas tradicionales de abastecimiento, al tiempo que los representantes de las grandes instituciones se daban a la fuga, por lo que la sociedad quedaba desmembrada. Esto se ponía igual- mente de manifiesto en el comportamiento moral, que solía experimentar un fuerte cambio (Bennassard, 1969), pues mientras unos se daban a la penitencia los otros se orientaban hacia una vida disoluta. Apartir de 1505 se experimentarán, por dos años, cambios climáticos adver- sos, que terminarán por favorecer una nueva epidemia. En 1506 se había vivido un fuerte brote, llegando a su punto álgido un año más tarde. Precisamente, para la posteridad, 1507 fue el año de la peste, causando un gran desastre en la eco- nomía del país y una de las mayores mortalidades del siglo. En 1508 a ello se unirá el hambre, por lo que se incrementará la mortandad. Esto se pone de relieve con el dicho popular "guerra, peste y carestía, andan siempre en compañía" (Cipolla,

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