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176 - Miguel Anxo Pena González en los prólogos de sus diversas obras. El maestro Ciruelo es un autor de saber poligráfico, profundamente independiente y libre, cuyas preocupaciones teológi- cas y filosóficas son muy variadas a lo largo de su vida. Así publicará sobre teo- logía y Sagrada Escritura, filosofía, matemáticas, astrología e, incluso, medicina. Algo que completará también con la predicación, que quizás sea el elemento que pone de manifiesto su importancia en la vida pública del momento. Esto queda atestiguado con sus sermones en las exequias del cardenal Cisneros y de Antonio de Nebrija. Es precisamente él quien introduce el modus parisiensis en la Universidad de Alcalá, a donde había sido llamado por el propio cardenal Cisneros para ocupar la cátedra de Prima de Teología. Se entiende, por lo mismo, que leyese a partir de la Summa del Aquinate y no, como tradicionalmente se hacía, a partir del libro de las Sententiae, de Pedro Lombardo. Su comentario a santo Tomás será uno de los pri- meros escritos de este género, elaborados durante el Renacimiento en la península ibérica. Si para Cisneros la gran preocupación era la renovación del clero, algo que en gran medida requería de un cambio espiritual interior, Ciruelo encajará perfec- tamente en ese proyecto, pues coincidía con su sensibilidad y con el hecho de ser considerado por autores coetáneos como un "padre espiritual" para todos (Gómez García, 2017: 126), lo que tiene relación con la tolerancia intelectual que carac- terizaba al estudio complutense. No es extraño, por lo mismo, que la gramática sobresalga en él como una herramienta que ha de ser asimilada adecuadamente, haciendo que el estudio de las tres vías, las lenguas clásicas y el análisis de la Sagrada Escritura, se unan a la retórica, que resultará siempre un elemento irrenunciable. Este marco humanístico pone de manifiesto que en su pensamiento no se deba hacer una separación entre lo filosófico y lo teológico, puesto que ambas ciencias discurren conjuntamente. Yaunque lo acompaña una racionalidad de corte emi- nentemente aristotélico, tal y como se refleja en sus trabajos, así como en el desem- peño docente, Ciruelo conecta también con la sensibilidad espiritual más vívida de su tiempo. Aquella que representa el benedictino García Jiménez de Cisneros que, en 1500, había publicado su Directorium horarum communicarum. Exercitatorium spirituale, promoviendo y buscando una vivencia interior que ayudara a la const- rucción de una nueva sociedad. Ciruelo, al igual que otros humanistas castellanos, se valdrá del latín y del romance en función de la finalidad concreta de la obra, así como el público a quien va dirigida. Este detalle es particularmente significativo y propio de los humanistas peninsulares, que no se quedarán solo en el uso exclusivo de la lengua clásica, sino que recurrirán con normalidad a la lengua de Castilla, tal y como hace el mismo Nebrija.

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