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alcance el recurso a quien puede solucionar mi cáso personal. Es el superior, o el confesor, y sobre todo el que reúne ambas condicionesi: el director espiritual. Si en todas las épocas de la 'v-ida es conveniente y hasta necesario para los que profesan perfección el dejarse dirigir por un docto, experimentado y virtuoso direc.,. tor, la intervención de éste es del todo punto imprescindible en misi años de iniciación, de tanteo y de peligrosa vivacidad en mi desarro– llo, físico, mental y espiritual. Es muy natural que se me presenten conflic– tos, dudas, inquietudes, tentaciones y peligros. El mayor riesgo de estas Slituaciones íntimas está en ocultarlas y no exponerlas al que puede siempre, al menos, dar una orientación: al di~ rector espiritual. De la misma manera que lo primero que necesita un enfermo es manifestar su mal para que el médico pueda diagnosticarlo y aplicarle el remedio oportuno, así en los pro– blemas morales y espirituales lo más urg·ente es exponerlos, que no raras veces el sacarlos a la luz de la confidencia al director, es ya solucio– narlos. Lo primero, pues, que he de procurar es la sinceridad conmigo mismo y con mi con~ fesor y no pensar que lo que me acontece es - 97 7

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