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la justicia, de 11:l caridad y del orden. Los que el día de mañana han de compartir empres~s comunes por Dios, por la Iglesia, por las almas y por la Orden encontrarán seguramente una fuente de energía y confianza en el recuerdo de los juveniles años de convivencia en el viejo colegio. Nunca se ponderará bastante cuánto sig– nifica en la vida común religiosa mantener siem– pre a salvo la convivencia entre sus miembros .por la caridad, la buena educación, los modales y las buenas formas, y, si es necesario, la ah– negación y la mutua tolerancia. Todas estas lla– madas pequeñas virtudes, .sobrenaturalizadas y dirigidas por la caridad seráfica, podrán suplir, en parte, y a veces hasta superar esa otra con– vivencia estrictamente familiar y hogareña, a la que .generosamente están dispuestas a renunciar las almas que se van a consagrar a Dios. Ayuda sobre manera a la convivencia entre superiores y súhditos y de éstos entre sí, el com– partir ya desde ahora los mismos ideales y santos propósitos, que ya es una coincidencia en pensamientos y aspiraciones, las cuales en un futuro no muy remoto se convertirán en em– presas comunes de una residencia, de un con– vento, de la Providencia, de la Orden. ~ -
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