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con el prój.i¡rno entran en su fase más intensa y más propicia al deS1Cuido en el comedor y en los sitios ,de juego y recreo. Además, pues, de cierta espiritualidad, que en un aspirante a la vida religiosa ha ,de pe~ netrar hasta los actos más vegetativos de la existencia, he de considerar como un deber sa~ grado el atenerme a la observancia de todas y cada una de las reglas de urbanidad y corte~ SIÍa. Ni la familiaridad fraterna y amistosa debe ser pretexto para per,der las formas. Antes bien: es a nuestros •compañeros y más próximos a quienes debemos el máximo de satisfacciones y delicadezas. He de tener en cuenta, por otra parte, que destinado por los ministerios sacerdotales a par~ ticipar el día de mañana en muy diversosi a:m~ bientes sociales, los ojos de todas las personas del mundo se posan sobre la conducta del sacerdote y del religioso en los momentos más triviales de la comida y del asueto. En este aspecto, la más exquisita corrección al alimen~ tarse y conducirse en sociedad forma parte in~ tegrnnte del buen ejemplo. Si junto ahora estas consideraciones a la im~ portancia de .los demás temas que implica mi - 89
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