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dición de poder y saoer prescindir de lo su– perfluo y de lo peligroSIO. A'sí pueden y deben entenderse los votos y virtudes de pobreza y castidad. Así como la pobreza voluntaria facilita y hace más meritoria y bella la castidad, igual– mente la ,pobreza no solamente no es incompa– tible con la limpieza y la sencilla elegancia, sino que las exige, las enaltece y las hace: más virtuosas. ¡Qué enérgica, preciosa y difusiva aparece la personalidad del sacerdote, aun ante los ojos del mundo, cuando se -manifiesta en su alma y -en su cuerpo, y en toda su apariencia ex– terna esta doble y áurea limpieza, pobre y casta! Aquel agua que en un vaso limpísimo vió San Francisco en manos del ángel, y que figu– raba la perfección sacerdotal, me debe recordar la santa simplicidad de la pobreza franciscana , al mismo tiempo que la delicadeza de mi decoro espiritual. No puedo olvidar que en cuerpo y alma he de pertenecer al Señor, que como el pan y el vino del ofertorio y los -blancos cor– porales que sobre el ara del altar se colocan, yo, todo entero, intento ser una donación pura, santa, inmaculada ante el pueblo y ante los ángeles. 84 -

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