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ticularmente a mi edad, se necesitan, además de las disposiciones naturales, tres elementos: el libro o algún texto, el profesor, con su apli– cación ,personal al alumno, y mi trabajo, con el empleo a fondo de mis facultades. La falta de cualquiera de estas tres fuerzas quiebra la ar– monía y eficacia de mi formación intelectual. Es natural que aprecie y ame y agradezca mis propias cualidades para el estudio. Pues igual– mente debo estimar y querer los libros que manejo y a los profesores que me están dedi– cando, con entusiasmo y renuncia, su propia vida cultural. Hay que apreciar y poseer .el tex– to; es. imprescindible identificarse con la ense– ñanza oral y las orientaciones vividas del ,pro– fesor, y en todo caso no puede descuidarse la labor personal de asimilación de lo leído y es– cuchado. Ahora vivo una etapa cultural de acumula– ción y asimilación. Estoy atesorando para el futuro; al mismo tiempo que prosigue mi pro– ceso de desarrollo. Ya llegará el tiempo en que mi ciencia tendrá que ser activa y creadora. . 'Para lograr esta eficacia de acción y vida no puedo olvidar, como religioso franciscano, que . todo en mí ha de penetrarse de sobrena- 76 -