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a su estudio; el h:ombre de negocios, a su des~ pacho: el profesor, a su cátedra: el obrero, a su taller; el padre y la madre de familia, a sii.t hogar. El templo. la iglesia. la capilla, aun humana~ mente hablando. es todo eso para mí, por razón de mi destino y vocación: es mLcampo, ahora, de plegarias, y luego, de apostolado; es el mos~ trador de los tesoros de mi religión; es mi · es~ tudio, donde creo y formo mi ~spiritualidad; es un celestial despacho de memoriales mios hacia Dios y de mercedes divinas para mí y en favor .de aqueÜos por quienes oro; es la cátedra de doctrina, de leyes, de sacramentos y de litur~ gia; es el taller de mis ofrendas y disciplina; es el hogar. y todo el hogar, de las almas con~ sagradas a Dios. ¡Templo de Dios, templo mío! Las almas destinadas al sacerdocio y a la vida religiosa misionera tenemos que sentir muy en el corazón el atractivo casero y divino de nuestro templo, de nuestra iglesia, de nuestra capilla. Es de Dios esta morada y es la nuestra. El mismo pueblo dirá, como identificado: "La Iglesia, la casa de Dios, la casa ·del sacerdote, la casa del religioso."· Pero mi capilla-me agrada ahora más lla~ - 7Í
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