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Estas devociones tienen sus respectivas ma~ nifestadones. Tales son el Vía Crucis, santo ejercicio de todo tiempo para el franciscano; el escapulario, que me liga a algún título de la Santísima Virgen y también a la piedad de mis padres, . de mi familia y de •mi :país; la visita a Jesús Sacramentado, que es siempre un de~ licado obsequio al Divino Huésped de nuestros altares, y el santo Rosario, gµirnalda 'de rosas y corona de estrellas que a diario, he de poner en torno a la presencia querida de mi Madre del Cielo. Con esto no he mencionado más -que las principales devociones que me seducen. .Quedan otras igualmente caras a mi alma. Sobre todo, los títulos de María, Inmaculada y Pastora; la bendita y paternal figura de San José, mi ideal San Francis1Co y la corte inextinguible de los Santos Alngeles y de los Santos y Santas de la Orden. De esta manera, por grises que sean las ho~ ras de mi trabajo, entre libros y disciplina co~ legial, alternarán y se abrillantarán con las piedras preciosas de mis actos de devoción. - 33 3

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