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de mí malas insinuaciones, que yo apenas sabré distinguir. Sé que me aguardan las tristezas, el abatimiento, el dolor, y eso que dicen es tan terrible: la soledad del corazón; pero... ¡ tengo una Madre: tu misma Madre, Jesús! Acordaos ahora y siempre de que soy todo vuestro: guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. En eS!Os momentos difíciles recordadme la expresión de mi ideal. y ella con vuestra grada y el pensamiento de que vosotros, • Jesús y María, todo lo merecéis, me darán alien~ tos para sobreponerme a todo. Tomad para siempre mi corazón. Si alguna vez os lo pido irrdlexivamente, no me lo devolváis. 'Decidme que es vuestro sin vuelta. Dadme un hermoso día para morir, hermoso por la luz de vuestra gracia y también, si así os place, por la del sol. Y de este modo, mi dolor y mis triunfos, mi vida y mi muerte, mi alma y las que con~ quistare y mi eternidad serán para Jesús por Maria. 120 -

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