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algo indecible y único. En todo caso el esfuerzo y la humildad de la confidencia es ya una so– brenatural medicina. No faltan tampoco cuestiones que, sin ser estrictamente morales o espirituales, afectan grandemente a mi vida de sentimiento, de ima– giJJación y hiista de salud y de nervios. Sus– ceptibilidades heridas, penas imprecisas sin mo– tivo claro, desvaríos de sólo la fantasía que fáciJmente pueden tomarse por actos responsa– bles, timideces que coartan la vida en todas sus manifestaciones, .malestar corporal con repercu– siones en las facultades del espíritu, melancolías imprevistas, exaltaciones inopinadas y mil fe– nómenos más que están pidiendo la confidencia con el director. Además de la sinceridad, que no es más que el primer paso para el remedio, necesito el es– píritu de fe y de docilidad para aceptar las decisiones del director como si fueran dadas en nombre del Señor. Luego, ya podré ver y sentir en él al m<)estro y al amigo que, no solamente es luz, sino también fuerza, intuición y afecto, que me hace hallar y querer por convicción lo que más me conviene. 98 -
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