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-7- sas por donde ha de pasar el cortejo dé la Pastora, se erigen artísticos arcos triunfales con inspiradas inscripciones,– los hombres se disputan con noble 'emu– lacjón el honor y privilegio de llevar la~ andas de la imagen; y de todos los labios sale esta e:xclliimación ·de entusiasmo re– Hgioso: "Paso a nuestra Reina"! El turista que presenciara el esp~ táculo ofrecido en ese día por toda una gran ciudad vibrando de emoción religi► sa al- paso de su Divina Pastora, creerí~ hallarse ante uno de esos cuadros que nuestra fantasía sólo puede _atribuir a la sencillez de la Edad Media. Pero el júbilo, la alegría, el fervor religioso de Barquisimeto le despertarían de su en– sueño, para demostrarle que es consola– dora realidad 'en pleno siglo XX: esto .obedéée a l;t ley d(l la gratitud de los pueblos, que en las horas amargas de su historia han elevado sus miradas ha– cia lo alto para implorar ·alivio y protec.. ción contra el dolor o el iflfortunio. Barquisimeto -sintió el aletazo de ese dolor, y ahora quema el incienso de su reconocimien~o a sú pas_tQra Divin"'. i
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