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'- 188 - driscos, las epidemias, los rayos y tem– pestades, ·•son castigos de Dios; muchas veces son obra de su misericordia que prevé el mal uso que los hombres ha– rían de la salud, de las riquezas y demás bienes de fortuna. ¡Cuántas veces l-3.S' pérdidas y las desgracias vuelven al Se- _ ñor almas que se alejaron de él por la abundancia y la prosperid-ad! De todos modos, siempre que la perse– cución o la calumnia te amenace, siem– pre que las desgracias •materiales te ha· g-an la vida difícil y &.alarga, siempre que los pecados propi'os o ajenos hayan irritado a Dios, acude presurosa a co~ bijarte bajo mis alas, a cubrirte con mi azulado manto. Yo soy el suplemento, la abogada de l'os hombres delante de Dios. • Las iglesias, los santuarios, las ermitas erigidas en mi honor y extendidas por pueblos y ciudades, montes, valles y. co– Ji'nas forman una inmensa red de para– rrayos. Ellas son como fuentes de aguas medicinales· a todos patentes y en las cuales. todos los que me invocan con fe y devoción alcanzan la salud del alma,

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