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-176 - desfallecen. ¿ Cómo animarse a con tí- nuar la marcha? ¿Dónde encontrar luz y fuerzas? Mirando al término. Si, allá lejos en lontananza, al fin del viaje, se halla el oasis, el prado ameno, el jardín florido del cielo. Además no es el Buen Pastor como los capitanes que dicen a sus soldados: ¡Ade– lante! El dice: ¡Venid conmigo, venid en pos de mí! Y al lado de las almas ca– mina dándoles la luz de la doctrina, y la fuerza de los sacramentos y animándoJas con su vida y ejemplos. Después de esto, trab'aja como si no hubieras de vivir más que el día presen– te; y sobre todo, ruega mucho y sé n'J.i devota y esclava. La perseverancia es una gracia que no puedes merecer, pe– ro que seguramente Dios te concederá si se la pides todos los días por mi inter– cesión rezando (por ejemplo) las tres avemarías. Soy la mad;re de la Pers,,– verancia. No puedo dejar que se pier– dan quienes se me consagraron por ove-· jitas y esclavas y conJ'iaron en mis ma- , nos su suerte en tiempo y eternidad. No

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