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164 acudes· a él para adorarle, para darle graci:i.s por los beneficios recibidos, ¡,a– ra pedirle aylllda o consuelo en medio de tus trabajos y tristezas? No me digas que no tienes tiempo. ¡Cuántas horas pierdes en inútiles conversaciones y vi– sitas mundanas! ¿ Y para visitar a tu Buen Pastor no tienes ni siquiera un cuarto de hora? ¡ Qué ingratitud la de los hombres! Conoce el perro a su amo y el buey el pesebre de su señor, y el hombre se ol– vida de su Dios. Sal, y verás gente en la plaza, gente en la calle, gente en las salas de espera de los potentados de la tierra, gente en las consultas de médicos y abogados. Entra en la Iglesia, y la inayor parte del día no encontrarás más que la lámpara luciendo callada y mis– .teriosa ante el Sagrario. Mas tú, alma querida, no seas del nú- • :inero de esos ingratos; y por eso, si otra cosa no puedes, al menos al pasar . delante de alguna Iglesia, camino de tus . quehaceres, o al divisarla de lejos, des– ._cúbrete y di con profunda reverencia al
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