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-119- el paraíso? ¡Ah, Señora! Si no he de ver· vuestro bello rostro, no permitáis a .lo menos que os haya de blasfemar y mt;J.1~ decir en el infierno". Cierto día, al -ret'irarse a su casa, entró-- • en una Iglesia en cuya pared halló escri- ta en una tablilla la siguiente 'oración: "Acordáos, oh •piadosísima Vírgen ·M:i- •ría,· que no se ha oído decir nunca des– de que existe el mundo, que hayáis des– .amparado a ninguno de- los que acudie• ron a Vos. Y por eso perdonadme al de– ciros que no quiero ser el primero qu~ acudiendo a Vos quede abandonado". Postróse en tierra delante de la divina Madre, rezó fervorosamente esta ora– ción, le ren·ovó el voto de castidad que ya le había hecho, prometió rezarle cada día el Rosario; y se dió cuenta de_ que re· pentinamente se le •abrían los senos de la confianza por la intercesión de la que es consoladora del mundo. (S. Alfonso, pág. 98). Súplicas ·y Letanías; pág. 205.
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