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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 97 fluidez de chispa, saltando a la vista en seguida en muchos, su facilidad de ver– sificación, aúnque sin métrica, por la falta de estudio del nativo. Estos bailes duran casi toda la noche, y en muchas ocasiones hasta la ma– drugada; y a esas horas cada cual retorna a su rancho, para regresar, rayando el alba, a la limpieza del terreno en turno. Cuando todos los campos de los asociados están limpios, y se va a dar por terminada la cabrita todos se preparan para realizar la ceremonia llamada madurar el juego, o baile; consiste este acto en que cada fam~lia, dueña de un terreno de los limpiados, hace su gran múcura de chicha mascada y la lleva al rancho acordado de antemano para poner el baile final. Comienza el jolgorio al igual de los que hemos descrito, y cada hombre comisiona al cabecilla para que le entregue a la mujer que más le sedujo en estos días, un regalo; y esta mujer le ofrece al parejo otros objetos, como fajas, sobrecinchas, pellones, ca– poteras y cualesquiera otros presentes, como gratos recuerdos de aquellos días alegres. Después de estos cambios de· obsequios se inicia una como demostra– ción de ·fuerza y atletismo entre los varones: forcejean hasta ver quién cae en tierra vencido. Se prueba allí también la habilidad y tino, tirándose trozos de cardón o cacto, declarándose más hábil quien logró esquivar más golpes. Du– rante estas demostraciones se entonan cantares lúgubres, como despedida dolo– rosa; beben todos ansionamente, y al amanecer, cada uno se despide de sus demás compañeros, y se incorpora otra vez al ritmo de la vida hogareña, pero muy posiblemente al amparo de nuevas ilusiones, pues este baile y los regalos que al final se hicieron los danzantes, quizá hayan prendido en sus corazones e] amor. . . preludio del purchi . .. Cuando me dedicaba, hace muchos años, al estudio de este sistema del guajiro, de limpieza, siembra y asistencia de sus predios o finquitas, utilizando para ello, el BAILE DE LA CABRITA, admiré una vez más el sentido lógico de defensa y ayuda mutua de esta raza; lástima que, para llegar a esa ayuda mu– tua, se tuviera que recurrir a un baile pecaminoso y escabroso como el de LA CABRITA. Y digo ésto, porque no cabe la menor duda de que ha sido una au– dacia muy grande, la del guajiro, en utilizar la ayuda colectiva, para buscar honestamente el sustento cotidiano, en vez de dedicarse a robos y a otras ma– niobras que los mismos civilizados llevan a cabo, impúnemente, las más de las veces. Por eso, cuando, durante el gobierno del Doctor CARLOS LLERAS RES– TREPO, se estableció en nuestro país la llamada ACCION COMUNAL (con semblanzas del proceder de los guajiros) y vimos cómo el en aquel entonces su Ministro de Gobierno y hoy Presidente de Colombia, Doctor MISAEL PASTRANA BORRERO, sorteó grandes inconvenientes para llevar a feliz remate esta gran obra, en provecho de todos los Departamentos de Colombia, miramos con gran simpatía esta modalidad de colaboración' del Gobierno, cada vez que se trata de llevar a cabo alguna empresa de interés colectivo. Sin embargo, se me hace que el guajiro, (quizá porque defiende lo suyo personal) ha entendido mejor que nuestros demás compatriotas, esa indiscutible preocupación del Gobierno, por ayudar a todo lo que indique el progreso; por 11evade a las colectividades ese anhelo de engrandecer su región, en fin, por-

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