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90 ASI ES LA GUAJIRA EL ENCIERRO DE LA NI~A APENAS APARECE LA PUBERTAD Parece mentira que el guajiro, con la sola luz de la razón natural, hubiera llegado a comprender el alcance de la importancia que tiene controlar al niño en ese trance riesgoso del paso a la pubertad, donde se adquieren vicios que producen en el joven los más dolorosos estragos para su futuro. El guajiro quiso precaver a sus hijas de los escollos de las bajas pasiones, en los momentos de más ebullición, y para ello estableció el encierro. Al iniciarse la pubertad en la niña, su madre, o la persona que haga sus veces, procede a hacer los preparativos para el encierro, construyéndole un ran– chito, si no lo había en su hogar; éste es exclusivamente para la niña; en oca– siones en vez de este ranchito le hacen celda aparte, poniéndole un tabique al cuarto hogareño, que será el lugar donde pasará ella su encierro. La ceremonia del encieno se inicia cortándole a rape el cabello a la niña. Vestida con su manta solamente (algunas desnudas en su totalidad) y descalza, la acuestan en una hamaca o chinchorro y la levantan hacia lo alto, así acos– tada. En esta actitud pasa tres días en riguroso ayuno, con el fin de provocarle vómitos, de tal suerte que éstos y aquel le saquen (según dicen las indias) los malos humores que su cuerpo tenga. Al cabo de los tres días, por la madrugada, la bajan y la sacan de la hamaca, quedando la niña casi sin aliento para nada; la bañan con agua fría, serenada, para quitarle los malos humores, para que hermosee.. Después de bañarla le dan un poquito de mazamorra de maíz para confortarla, y más luego el zumo de unos árboles especiales; esta bebida se llama jaguapi, que debe seguirla tomando todos los días durante algún tiempo, para que engorde. En los primeros días del encierro come muy poco; el primer día de los tres que permanece elevada en su chinchorro, alguno de los de la familia canta improvisadas letrillas, en las que hace alusión al tránsito de la niñez a la pubertad, bailan y cantan los de la familia y sus amistades, celebran– do este acontecimiento. Desde que la bajan y sacan del chinchorro en adelante, no puede salir ella del cuartico; debe hablar siempre despacito (sopladito), y día tras día va co• miendo casi lo mismo que los demás de la casa. A su aposento no puede entrar ningún hombre; en este tiempo su mamá, tía y primas le enseñan a hilar, tejer y hacer hamacas y demás oficios del hogar, durante uno, dos, tres y hasta cua– tro años, según la posición social de la joven encerrada. Las ricas permanecen casi siempre más años que las pobres. Durante veinte o treinta días deben abs– tenerse de comer carne para que su cuerpo resista mucho. Mientras dura el encieno le está prohibido comer algunas clases de carnes, como las de venado; no puede dársele sesos de chivo, para que no se vuelva canosa, ni ubre de res, para que no se dibujen tan pronto las arrugas. La mamá o mujer más caracte– rizada de la casa es la que determina la fecha de la salida de aquel pseudo– claustro. Esta salida la realiza por etapas cortas: primero llega sólo hasta el corre– dor más próximo a su cuartito de encierro, y después de varios días de venir haciendo estos ensayos, es cuando la liberan definitivamente. Durante los años de encierro su mamá u otra mujer se la pasa gran parte del día dándole con– sejos sobre cómo debe ser juiciosa, obediente, trabajadora, huir de las malas

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