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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 77 que deciden la suerte de la contienda. Es de notar que, aunque capitule él o muera en la refriega, no es nunca causa suficiente esto para que los demás de su misma casta se rindan; la lucha termina con el exterminio del más débil . casi siempre, a no ser que la mayoría de la ,casta acepte en su totalidad las exi– gencias del vencedor, para así sellar el armisticio; casi nunca un Jefe guajiro se rinde, ni se entregan 'por separado sus compañeros de lid. De no poca importancia es esta otra observación previa para el estudio de las leyes guajiras: El Cobro, que entraña en sí otras derivaciones. El brazo nervudo que sostiene inconmovible toda la moral y consistencia de esta raza excepcionalmente indómita, es el Cobro; empero, como casi siempre antes de él se produce ei célebre Purchi, empezaremos describiéndolo, advirtiendo de antemano que éste entraña en sí tres ideas: Cobro, Pago, Luch a. Es proverbial entre los guajiros decir: Fulano está de purchi, esperando todos el desenlace amistoso o fatal para los contrincantes. Esta palabra es sinónima de conflicto. Cobro es equivalente a exigencia de un pago por ofensa real, o dádiva o anti– cipo para evitar la lucha; pago es la entrega total de una indemnización equi– tativa; lucha es la contienda a mano armada, ejecutándose. Como decíamos antes, purchi es un cdnflicto que resulta de una ofensa real e intencionada, o de un hecho involuntario. Así, se da purchi por ofensa real, cuando alguien da muerte a otro; lo lesiona gravemente; lo perjudica en sus bienes morales y materiales y en casos parecidos. No ha de perderse de vista que el concepto de purchi entraña siempre la idea de daño a otro, o resisten– cia real en pagar. El otro caso de purchi, o ,séa el involuntario (que siempre encama la idea de ofensa no intentada) se da, v.gr., cuando alguien lesionó o perjudicó a un tercero sin intentarlo ni preveerlo. Ejemplo: si el trabajador de una casta se cae de un andamio y se fractura un brazo. En todo purchi, antes de llegar a un arreglo definitivo, bien sea de pago, bien de lucha, se congrega gran multitud de indígenas de uno y otro bando. Se enfrentan en un semicírculo los de una casta con los de la otra, presididos por sus Jefes respectivos; éstos nombran entonces sus voceros, o ellos por sí mismos llevan la palabra. En esta actitud y, estando todos armados de flechas, rifles, etc., etc., en riguroso silencio, el Jefe o el parlamentario de la casta ofendida va exponiendo detalladamente las ofensas que motivaron el purchi y concluye ma– nifestando cuánto debe dársele para no irse a las armas. . . El Jefe de la casta agresora, si han resuelto todos de antemano (con sus compañeros de casta) en– trar en una transacción amistosa de pago, oído el relato de su contrincante, le hace saber que quizá ha habido exageración en las razones de las ofensas que expone o aduce, y con buenos modales le pone de presente que la ley hay que cumplirla, pero que le parece muy subido el cobro. Así las cosas, entran por fin a un arreglo de pago, y entregan enseguida los animales convenidos, y si no, fijan el día para hacerlo, lo cual se cumple estrictamente. Hecho el pago se reconcilian las dos castas, quedando tan amigas como antes. Más, si por el contrario, antes de enfrentarse las dÓs castas, la agresora ya había resuelto no hacer el pago, concluído el relato del parlamentario de la casta agredida, se niegan rotundamente a reconocer la obligación y hasta profieren palabras ofensivas y desafiadoras, haciendo alarde de valentía y resolución. En tal caso se repliegan los de uno y otro bando y se lanzan a la lucha sangrienta, de don– de resultan muertos, aun mujeres y niños, dirigiéndose luego a los ranchos ad- ,

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