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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 67 Cobra siempre el doble, triple y hasta cuádruple por los daños recibid.os e:u sos bienes materiales. No se contenta el guajiro con la sola devolución de lo que se le ha robado, o con la reparación equivalente al daño; sabe él que debe defender lo mejor posible los pocos bienes que constituyen su fortuna, y es por eso por lo que sanciona tan duramente el daño que se le ha inferido. Nunca se podría dar muerte a un animal dañino, en el propio predio del perjudicado, si no es que, por más de una vez se le pasó aviso al dueño, y éste no tomó precaución alguna al respecto. Cuando desaparece un semoviente y es encontrado en casa aj~na, y se comprueba que fue robado, entonces no lo reclaman enseguida, sino que exigen a los parientes del ladrón (o a este mismo) el doble, triple y hasta cuádruple •del valor de lo robado. Es in~linado al . robo. La gran carestía de todo medio de subsistencia en estas tierras ha dado por consecuencia la mala inclinación del guajiro al robo. Pero tiene este indígena la buena calidad de que, una vez descubierto, devuelve lo robado o paga su equivalente; y es de notar que muy pocas veces se apro-: pia lo ajeno cuando tiene en su rancho lo necesario para el sustento coti– diano. En los largos veranos se le acentúa• esta tendencia malsana. . . Así finalizamos la silueta física y moral del guajiro, para analizar su indu– mentaria, medios de defensa, su lenguaje; su nombre, casta y apodos; sus leyes y costumbres, etc. INDUMENTARIA Vino desnudo el primer hombre a! mundo, pero el pecado lo obligó a vestirse, y aunque la indumentaria del guajiro está reducida a la mínima ex– presión en el varón, comenzamos describiendo su ropaje, para luego ocupar'." nos del de la mujer, que es más abundante. Sustancialmente el vestido del hombre guajiro consiste en una faja del~ gada y una tira de tela; con ella se cubre sus partes menos honestas; y se puede <lecir que, quien tiene esto, está vestido ya; el rubor de nuestro primer padre Adán está a salvo. La faja es a modo de cinturón o correa, casi siempre tejida en hilaza de colores, de unas cuatro pulgadas de ancho; y de largo, lo sufí– dente para amarrárselo a la cintura, sobrando en sus extremidades como •un palmo; los ricos suelen llevar en los extremos de esta faja sendas borlas de hifaza como adorno. Esta faja se llama en guajiro síira. La tira de tela consti– tuye la segunda pieza de este simplificado vestir es de dril o de cualquier otra tela suave, como de un palmo de ancho y un metro de largo, rematada de do– bladillos a todo lo largo y ancho de ella; el rico la usa casi siempre igual de largo, pero el doble de ancho; si bien la pone en dos, quedando también prác– ticamente de .un palmo de ancho. Esta tira de tela que vulgarmente llaman guayuco, en idioma actóctono se dice nuicte. Algunos llevan colgada de la faja una mochilita hecha de hilaza de color para meter cualquier cosita del uso suyo. No es otra la indumentaria de estos hombres, si bien los ricos y los que más roce han tenido con la civilización usan unas veces, además de lo ya •descrito, camisas, franelas, y hasta cierta manta típica en el nativo cuando va

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