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P. JOSE AGUSTIN. MACKENZIE 65 Sumamente comunicativo. Ese desahogo en el guajiro más merece cen– sura que aplauso, porque lo induce a grandes y peligrosas consecuencias; por– que quien todo lo habla se expone a comunicar noticias que no siempre son ciertas. En La Guajira, para que una cosa no se sepa, lo único aconsejable es no hacerla. Este nativo tiene costumbre de comunicarlo todo a quien se topa en los caminos. Su primer saludo es ¿casáchiqui?, es decir ¿qué se dice por ahí? y si son indígenas ambos, desembuchan .cuanto saben; así que, por este espíritu naturalmente comunicativo, se sabe en todas partes lo ocurrido en las más remotas regiones de la península; parece que el guajiro fuera una radiodi– fusora ambulante. .. Si se intuye un poco en: la razón psicológica de esta cualidad (que mejor diríamos defecto), veríamos que son dos sus causas: la una, que el guajiro no tiene problemas de ninguna clase que embarguen su atención, y por ello las noticias que recibe le ocupan su mente todo el día. La otra causa. es que, como hay tan pocos medios de comunicación, la escasez de vías ha engendrado en el nativo, instintivamente, una cierta propensión de vivir como telegrama nómada; y es pasmoso ver cómo se transmiten en La Guajira las noticias. Esta costumbre ha calado tanto en la médula de esta raza, que hasta la misma joven, al ser engañada por un galán, es la primera en comunicárselo a sus padres y allegados; es imposible que una guajira oculte jamás quién la se– dujo; esto es como de ley para ella. Sin embargo, las que han viajado fuera de La Guajira con mucha frecuen,. cia, han adquirido también los mismos procederes de la joven llamada social ... Y.moderna. Con aptit udes excepcionales para descubrir al desconocido por su huella. Aquí es donde se ve muy a las claras cómo el instinto y la astucia suplen la falta de ciencia. El guajiro descubre con precisión absoluta al extraño, por la huella que dejó estampada en el suelo. Esta característica de detectivismo la adquirió merced al hábito de observarlo todo, y más aún, la pisada de cada prójimo del contorno; 1legado el momento, sabe el guajiro con certeza absoluta de quien es tal o cual huella; esto no es sólo en lo que respecta a la humana, más también la del animal; el guajiro distingue perfectamente la holladura del casco de su bestia y la de las circunvecinas. Es sociable. Al revés de .otros· indios, como el motilón, el arhuaco, que se muestran huraños, el guajiro es muy sociable; le encanta pasear, y tiene consa– gradas ya por la costumbre ciertas fiestas consiguientes a las estaciones del año; v.gr., el brule de la chicha maya, todo el año; el de la cabrita, en el invierno; las carreras de caballo y los célebres velorios que, aunque son más bien luto que alegría, se hacen por sociabilidad. Respeta a la mujer por ley, y esto mismo observa con sus demás semejan– tes. La mujer en La Guajira goza de una garantía de que disfrutan muy conta– das razas indígenas: el privilegio del respeto. El varón, por ley, respeta a la mujer; no tanto por consideración para con ella, sino por temor al cobro, por evitar una contienda. Las leyes drá.iticas, inflexibles, suelen producir mejor resultado entre los indígenas, que entre los civilizados, porque aquellos no sa-
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