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64 ASI ES LA GUAJIRA Muy hospitalario. Más por ley que por virtud moral. El rancho del ·gua– jiro es el más seguro refugio de la pampa, mientras el huésped no abuse de la mujer y demás familiares femeninos del jefe de la casa. Cualquier visitante, por desconocido que sea, puede hospedarse en el más infeliz rancho, seguro de que, si un solo chinchorro o dormitorio hay en la morada, es para él, aun– que el jefe del hogar tuviera que dormir a campo raso. De aquello que posee el indio, le brinda a su visita, pues esta generosidad es un requisito social que urge cum plir; es una hospitalidad a la recíproca; pues bien sabe el guajiro que algún día él también será viajero y necesitará de los servicios de sus semejan– tes. Es así como si cada rancho fuera una tienda en donde se toma fiado, pa– gadero al regreso, con la simple personal presentación. Es inteligente y astuto. La inteligencia no tiene nacionalidad propia. Tan inteligente y listo puede ser un indostán, belga, inglés o español como un gua– jiro. Puede darse más agilidad mental en unas razas que en otras, pero siem– pre todos los pueblos son susceptibles de adquirir la ciencia a cabalidad. Si un indígena guajiro frecuentara las universidades europeas y norteamericanas, in– discutiblemente su inteligencia daría más sazonados frutos que en la actuali– dad; nuestra experiencia de largos años de convivencia con el nativo de esta península nos autoriza a afirmar que el guajiro sí es inteligente. El guajiro no tiene causas esenciales negativas para ser torpe; sólo las tiene accidentales, como, v.gr., la falta de elementos educativos que perfeccionan las dotes que Dios le dio. Hagamos un conato de análisis general, y luego derivaremos su conclusión en favor del guajiro: Las escuelas Montessori, Kinderganten y otros sistemas usados en Europa, Norte América y aún aquí en Colombia han sido el fruto de un estudio de eminentes pedagogos, que han llegado a la conclusión de que, según el ambiente de cultura en que el niño se desarrolla, depende en gran parte su capacidad para empezar estudios superiores con mente despejada y • apta para asimilar las altas disciplinas del espíritu. En las escuelas anotadas antes se les enseña a los niños de cinco años de edad, el ·nombre, su aplicación, com– binaciones, etc., de todos los objetos que lo rodean; se le lleva a museos, labo– ratorios, y a todos aquellos lugares en donde la objetividad seduce, llama la atención. Y entre tanto, el profesor minuciosamente ha ido estudiando las im– presiones que en cada niño han ido causando tales objetos; esto mismo era lo que hacían los atenienses con sus hijos, antes de dedicarlos a alguna profesión. De este análisis deducía el educador la inclinación de cada alumno, y se la fomentaba· hasta cristalizar en sabios benefactores de la humanidad. El contac– to, pues, con lo externo, civiliza; la variedad de objetos que capta 'a simple vista el niño, lo instruyen. En el guajrio hay la base, la materia prima para recibir la influencia de tales agentes extemos; surge,, pues, esta conclusión: que, como los objetos ex– ternos que ve de continuo el guajiro (en las universidades de Europa vería cosas más instructivas), son los mismos por lo regular, su cerebro no puede producir más que esas ideas, y, por lo tanto, no hay lugar a progresos intelectuales, a demostrar, su talento. Tiene el guajiro una cualidad que le permite salir airoso en sus relaciones con el mundo civilizado, y es su astucia, la cual suple el talento, en los poco inteligentes. De cuando en cuando nos tropezamos con algunos indígenas tor– pes, pero esto no es lo frecuente.

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