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60 ASI ES LA GUAJIRA candaliza la sociedad a veces, al saber que un indígena guajiro comete el desor– den de tener varias mujeres a la vez, como amantes suyas, y no se escandaliza de la peste, tan generalizada por desgracia, de la coartación de la natalidad en los hogares que se jactan de llamarse honrados. ¡Qué horror cegar las fuentes de la natalidad, impuesta por Dios para la conservación de la especie humana! Una y otra cosa, la del guajiro y la de muchos hogares civilizados, son algo escandaloso y ofensivo a Dios y al pudor. A este respecto, podemos tratar someramente el problema del nuevo Concordato, que ha sido minuciosamente estudiado por grandes y esclarecidos juristas, y en donde la Iglesia Católica se ha portado, como siempre, a la altura de la defensa de la personalidad humana, aún, con el riesgo de ser criticada irrespetuosamente. No está demás lamentar que alguna prensa festine, aplauda, dé ya por hecho en el nuevo Concordato, el matrimonio civil y el divorcio entre católicos. Porque a esa prensa le interesa las noticias que impactan, así y sean contra toda moral y honestidad; lo que interesa es vender el periódico, a true– que (¿y qué les importa?) del relajamiento de las sanas costumbres y de lo que debiera ser su ética profesional. El Concordato, amables lectores, es el con– junto de normas que regulan las relaciones del Estado y de la Iglesia. La casi totalidad del pueblo colombiano es católico, luego se necesita que la Autoridad máxima del catolicismo, la Iglesia Católica, pacte con el Estado colombiano, las normas que deben regular las relaciones del Estado y de los Católicos de Colombia, toda vez .que también en nuestro país hay elementos de otras confe– siones, para quienes también el Estado debe legislar. La Iglesia no se entro– mete en que el Estado legisle así o de otra manera para los no católicos; ellos no caen bajo la jurisdicción de· Iglesia; pero sí le incumbe, velar por la moral de sus afiliados y de aquí, la necesidad del Concordato. Ahora bien, muchísimas personas, máxime jovencitas inexpertas, jóvenes con deseos de liberación (como se dice ahora, usando un término inadecuado) y personas que contemplan problemas de índole matrimonial en sus hogares, festinan, aplauden, ansían, incluso van •a votar •por aquellos que le ofrecen el oro y el moro, como los príncipes azules, que, ni azules son ni príncipes ( a decir del poeta) cuando los políticos les dices que en el nuevo concordato los católicos podrán casarse por lo civil y divorciarse también por lo civil, por endaca las pajas, por cualquier motivo o. . . sin motivos, porque ya dejaron de amarse. Nada más equivocados que esos cantos de sirenas. . . Aún aprobán– dose el nuevo Concordato, NINGUN CATOLICO PUEDE CASARSE POR LO CIVIL NI DIVORCIARSE, con el beneplácito de su• Iglesia Católica. La Iglesia considera el matrimonio civil como un simple concubinato, y los que lo contraigan, quedarán privados de los sacramentos, vale decir: no podrán con– fesarse, comulgar, etc., como le ocurre actualmente y siempre, a los concubi– nas. Y, respecto al divorcio, el Estado no puede divorciar católicamente a un católico, por ser jurisdicción de la Iglesia Católica; Alguien preguntaría: ¿Y, en resumidas cuentas, en qué quedamos, por fin? ... Vamos a explicarlo: Cual– quier ciudadano •que viva en Colombia, y no sea de confesión católica; puede el Estado presenciar su matrimonio con otra persona, que tampoco sea cató– lica; ese es el alcance del nuevo Concordato. Y en lo que respecta al divorcio? Pues, ni el Estado tiene derecho a divorciar aún a personas que no sean cató– licas, pues, por derecho natural, el matrimonio entre no católicos, es •tan indi– soluble, como el matrimonio católico. Lo que ocurre es que los Estados de
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