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56 , ASI ES LA GUAJIRA con tabaco o manilla; los dictámenes de los espíritues, sanen al enfermo, olvi– dándose casi por completo de implorar la salud al Altísimo. Más o menos, son éstos los sentimientos religiosos del guajiro. Claro está que los guajiros educa– dos en los internados Capuchinos o que viven en contacto con los misioneros y misioneras asimilan y practican la Religión Católica como cualquier creyente. Ei autor de este libro dialoga con unos indígenas, en las orillas del embravecido mar, esperando la calma-chicha, para dedicarse a la pesca. Cree también en el diablo. Para el guajiro parece que existieran dos dia– blos: el llamado Yarujá y el Guanurú. El Yarujá, o diablo propiamente tal, es lo peor que existe y lo más aterrador; él siempre es malo, y ejerce su acción sobre los hombres, sobre los elemeritós, pero actúa más que por sí mismo, por medio de otro menor que él, que es el Guanurú. El Guanurú es más entrometido en este mundo; es enemigo del cuerpo, como también del alma; es el encargado de producir las enfermedades en las personas, en los animales y aún en las plantas. El Guanurú también es un espíritu. Cree en la otra vida. Según el guajiro, el hombre es un compuesto de alma y cuerpo; el cuerpo es la envoltura del alma, y desaparece cuando el hombre muere, aunque sí deja en esta vida un rastro de lo que fue: huesos, que son algo venerado, algo digno de mucho respeto. Por el contrario, el alma no muere; cuando fallece un indígena, su alma se va muy lejos (y casi siempre determinan esta lejanía con el nombre de Jepira, que suponen queda hacia el Cabo de la Vela) por allá se interna y aún sigue más lejos: guaatas. . . Esta alma necesita de algún confortante para ese viaje que emprende cuando se separa del cuerpo; y este confortante debe ser de la misma clase de los que· se servía mientras vivía en la tierra, aunque la vida futura que le espera al alma es distinta de la

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