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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE CUALIDADES Y DEFECTOS MORALES 55 Es monoteísta. En el guajiro también hay vínculos que lo atan a la vida eterna: esos son Jos lazos de la religión cristiana. Y no precisa (al afirmar que el guajiro también es religioso) que queramos aquí decir que es católico exclu– sivamente; el alcance de nuestra afirmación es éste: que no es ateo ni idólatra, y que sigue en todo el ritmo de la humanidad en sus diversas manifestaciones de fe, al menos rudimentariamente, hasta dofi.Pe le ha podido llegar la noción del Ser Supremo; y de todo aquello por lo que apellidamos religioso a un individuo. A pesar de lo independiente y altivo que es en todo, tiene· su creencia muy fija en un Ser Supremo a quien denomina Mareigua: Dios; y como cree en un solo Dios, por eso decimos que es .monoteísta. El guajiro no es idólatra, porque nunca se han encontrado los vestigios de antigüedades guajiras, ni ídolos que adoraran en otro tiempo, ni tradiciones que lo entronquen con la idolatría, salvo algunos insignificantes talismanes de carácter doméstico y familiar, tendientes a favorecerlos. El guajiro atribuye todo lo bueno que ocurre en este mundo a Mareigua (Dios). Mareigua siempre es bueno; nunca es malo. Mareigua fue quien hizo el mundo y todas las cosas visibles, porque, aunque es uno solo, tiene en sí mu– chísimas virtudes intangibles y espirituales, y un poder, también invisible, mayor que otro cualquier ser, el cual se extiende a todos los hombres. Mareigua tiene tres espíritues principales, y muchos otros subalternos, inferiores a El; estos espíritues son unos masculinos y otros femeninos. Estos espíritues son todos buenos y están al corriente de las cosas de este mundo, son más poderosos que Yarujá (el demonio), y si alguna vez se da el caso de que éste sale más ventajoso que ellos en una lid, no es por deficiencia de su poder, sino por alguna causa que los obstaculiza. Toda esta trabazón mística de ideas que hemos descrito la conserva el guajiro en su magín; empero, si bien es verdad que las cree, tam– bién es lo cierto que no· tiene ninguna manera visible de representar ese Marei– gua en quien cree; acaso lo considera como una figura decorativa, como un Ser Supremo a quien no es fácil acercarse ni invocar, porque, a pesar de recono– cerlo como Ser Supremo, jamás recurre a El, sino en esa forma que llamaría– mos rudimentaria, utilizando los demás elementos (el tambor, por ejemplo), para conseguir lo que desea, en vez de hacerlo directamente por medio de la oración. Va un ejemplo: Ve un indígena que su siembra se le está secando por falta de agua, y, lejos de clamar al cielo, como lo hiciera cualquier buen cris– tiano, lo que hace es tocar su caja o tambora todas las noches y aún en las ma– drugadas, como si quisiera que el mido hendieran los espacios y provocara el agua; dispara su escopeta hacia las nubes con idéntico interés. Está en su cayuco en el mar pescando y hay lo que los guajiros llaman calma chicha (vale decir, que no hay brisa) y él comienza a silbar y más silbar con un silbo largo, carac– terístico, llamando a la brisa, para que los arree a la orilla, en vez de pedirsela a Dios, en una plegaria que los marineros creyentes sí realizan, invocando, por ejemplo, a la Virgen del Carmen, Patrona de los navegantes. Si hay eclipse, dis– para su fusil contra el sol, o la luna, para que vuelva la claridad. Enferma uno de sus parientes, y llama al Piache (algo así como el médico de los guajiros) para que, con sus sobos de alguna untura, la maraca, los salivazos mezclados
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