BCCCAP00000000000000000001786

P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE Entre ,cardones y trupillos, estas jóvenes guaji• ras demuestran que la raza guajira no tiene ta– ras que la afeen sino, por el contrario, exterio- -. riza el despa11pajo de las pampas indómitas. 53 Labios delgados. Con esto parece que se comprueba la delicadeza de faccio– nes de esta raza, en contraposición con las del cafre, de bembo antiestético, acorde con su origen y costumbres. Dientes parejos y de gran consistencia. Quien sorprenda a un ·guajiro en una de sus habituales risotadas tiene ya algo que envidiarle, pues su dentadura es· como mandada a hacer por encargo. Qué consistencia la suya, que le da a la cara un algo de atractivo que muchas razas civilizadas desearían tener. Por lo regular todos los guajiros a los cuarenta y cinco años conservan sus dentaduras íntegras y sin una caries; y con una resistencia como la de· un mozo de dieci– ocho años; es muy común que el guajiro baje a la tumba con su dentadura com– pleta, o al menos faltándole muy pocas piezas. De cabellos negros lacios. Por lo regular, el cabello del guajiro es de color negro, pero no muy oscuro; y suele ser lacio, en forma de greñas;· esto más en el hombre que en la mujer. Es casi común que use el cabello un tanto largo, y en el varón, caído sobre la frente, pero no en la forma en que lo usa el indígena arhuaco y cogui, que presenta un aspecto repugnante, máxime el cogui. Las mujeres suelen usarlo hasta el cuello, muy parecido a como lo usan sus seme– jantes en las ciudades civilizadas, pero sin ninguna moda y suavizado con aceitillos. D~ mirar expresivo pero un tanto vago. P~rece que se contradijeran· estas dos afirmaciones de expresivo y vago, •pero no hay tal, porque el mirar del ;guajiro es penetrante, pero montuno; y en eso es en lo que consiste la vagu~d_ad. A. la verdad, el guajiro no tiene seductores los, ojos; más aún, hasta le -~ean ciertas como nubecillas o manchas un tanto •amarilleµtas. qué le roban .expre– sión, y, por otro lado, le falta picardía, del alto mundo, la estudiada vivacidad que el civilizado se gasta en sus gestos cuando quiere hacerse seductdt e intete– sante; todo esto, que en unos ojos poco atractivos atenúan su fealdad en el gua-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz