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38 ASI ES LA GUAJIRA importante, la cual viene a correr entre la serranía de Cojoro y el cerro de La Teta, para desembocar en la ensenada de Calabozo, cerca del caserío de Cojoro, jurisdicción de Venezuela. En la zona occidental existen tres corrientes subte– rráneas, las que rinden su caudal en el mar abierto: la primera desagua en la Punta de la Vela, la que se conoce con el nombre de arroyo de Popoya la se– gunda en la abufera de Manaure (arroyo Jirtur o Macheche), y la tercera en la rada de Tucuracas (Yureng o Cutanamana). En el norte de la península resultan cuatro corrientes subterráneas, donde pueden realizarse las instalaciones de pozos permanentes. La más septentrional de estas corrientes tiene su origen en la serranía de Macuira (Nazareth o Gorcoriú). Otra corriente subterránea viene de la parte central de la misma serranía de Macuira, y desagua en la laguna de Tucacas (arroyo de Sihichp). Las cacimbas hechas. en esta vena suministran agua completamente dulce, como también ofrece el arroyo de Ichepo, a un kiló– metro y medio de la costa del golfo de Maracaibo. Del sur de la división de las vertientes comprendidas entre las serranías de Macuira y Jarara, viene una co– rriente subterránea que recibe una parte de sus aguas de venas que proceden de ambas serranías, y al acercarse al mar, en verano, se toman salobres (arroyo de Macaraipo). Hacia el sudoeste de Castilletes desemboca otra corriente de la laguna de Cocinetas, y sus cacimbas ofrecen aguas dulces que utilizan los que viven a orillas del mar a distancia de cinco kilómetros (arroyo de Guipa). La llanura situada al norte de Macuira está cruzada por corrientes subterráneas, de las cuales solamente dos llevan aguas permanentes y dulces durante todo el año: la que viene del sur de Macuira y desemboca en el mar cerca de Chimare (arroyo de Guarcaro abajo) y la que tiene su origen al norte de la misma serra– nía y termina su curso en Punta Espada. Estos datos tienen el respaldo técnico del hidrólogo H. G. Eberlein. ISLOTES "Como desprendidos del suelo guajiro por violentos cataclismos geológicos, aparecen en sus costas catorce islotes rocosos, constantemente batidos por im– petuoso oleaje. Surge de la mar acantilada y sobre verdes peñascos que se elevan por capas y escalones sucesivos; erízanse picachos surcados de grietas y rebor– des. Permanecen en completo desamparo, retirados de todo contacto marítimo y hasta olvidados de los que trazan mapas y escriben textos para el conocimiento de nuestra geografía territorial. En cambio del desaire humano, la naturaleza les envuelve en su ritmo ar– monioso. En cada uno de ellos desarróllase una vida agitada, sonora, mecida por el contacto de las olas, por arpegios del viento y el crocitar constante de pere– grinas aves marinas que allí descansan en la dulce vagancia de días claros y se– renos. Verdaderos paraísos donde anidan ordenadas bandadas de impávidos al– bap-os, alborotados enjambres de blancas gaviotas y variedad de pájaros zan– cudos, en permanente revolotear. De estos catorce islotes, diez de ellos forman un pequeño archipiélago, situado frente al litoral comprendido entre los cabos Falso y Chichivacoa, repartidos en tres grupos y bajo el nombre de los Monjes o Monkis, como los titulan los isleños pescadores de Aruba y Curazao, cuyo .abrigo buscan en caso de emergencia. El grUJ)o primero lo forman dos hermanos

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