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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 35 del arroyo de Tabaco, que desciende de las serranías de Perijá, para aumentar su caudal con las aguas del Bruno y el Paradero, que nacen en los Montes de Oca. En esta misma región occidental de La Guajira encontramos el riachuelo llamado Paraguachón, que no es otro que el Carraipía, que da el nombre a la población que lo lleva igual; a este riachuelo le acontece lo mismo que a los demás arroyos de estas tierras, a saber, que al penetrar en lecho de arena dis– minuye su caudal por infiltración y por los ardientes rayos del sol. Los arroyos en La Guajira sólo se conocen en el invierno, pues en el vera– no no son sino lechos secos y muy arenosos. En la región occidental encontra– mos tres brazos del Ranchería, a saber, el que desemboca en la Raya; el Gua– machal, que llena la laguna de Ipare, pasa por Buenavista y va a morir a la misma salineta que el anterior, y el Matuca, que vierte sus aguas en las lagunas de Aritayén y El Pájaro. De los Montes de Oca descienden algunas corrientes, que dan origen, en esta misma región occidental, a los arroyos que vamos a enumerar: Popoya, que desemboca al mar con el nombre de los Esteros, después de interceptar la carretera del Centro. Taguaya, que intercepta el carreteable de En esta foto, tomada en uno de los tres pozos de agua sulfurosa, situados en , el lugar denominado Bellavista, 11-parecen el Señor Nuncio de su Santidad el Papa Paulo VI, Monseñor Angel Palmas, en la visita que hizo a La Guajira durante los días 18 y siguientes del mes de marzo de 1974, acompañado del Señor Vicario Apostólico de Riohacha, Monseñor Livio Reginaldo '.Fischione, del Padre Pío, Superior Regular de los Capuchinos de La Guajira, de Monseñor Robledo y del autor de esta obra Padre José Agustín Mackenzie Useche. Las aguas termales de estos tres pozos saltan a alturas de un metro, por sí solas, por los constitutivos de ellas: las indígenas las utilizan para bañarse y lavar la ropa.
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