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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 195 Uribia sí tendría participación en los dividendos de esas salinas, por pertenecer a ese Municipio. Que así sea. Tras una breve siesta, el Señor Nuncio y su, comitiva enrumbó a Uribia, donde lo esperaban las escuelas de las Hermanas de la Madre Laura, vestidas típicamente con sus mantas guajiras, todas las niñas; también fue un certamen de cultura el recibimiento de las autoridades, especialmente de su Párroco, otros colegios y el resto de la población. Desafortunadamente la ESCUELA NOR– MAL de Uribia _está en receso, de lo contrario la asistencia habría sido mayor. En el salón de recibo de la Escuela de las Religiosas, la ciudadanía le brin– dó al Señor Nuncio una copa de champaña. El Dr. Pinzón, Jefe de la SECCION PE AGUAS de La Guajira, pronunció un discurso, que fue una verdadera PIE– ZA ORATORIA, y un documental para las juventudes futuras, porque fustigó con hombría de cristiano convencido y correcto, todos los desórdenes de la hu– manidad moderna, y la nece&idad de qu,e Cristo sea. más conocido para ser mas amado. Confieso que yo, que me siento honrado de haber acompañado al Se-~ Jior Nuncio en toda su correría, no escuché palabras tan bien sopesadas, equih-– bradas, a tono con las necesidades de un mundo mejor. Dios le conserve al Dr. Pinzón su entereza de apóstol. Uno de los actos que más llamaron la atención al Señor Nuncio fue la :-is:istencia de como cuatrocientas indias guajiras, vestidas con su mantá habitual: eran las 400 alumnas del Plantel de las Hermanas, de todas las edades y tama• ños; vistosamente ataviadas con sus polícromos colores; el Señor Nuncio se sacó varias fotografías con ellas y se sentía profundamente complacido al ver la diferencia entre el vestir actual de una joven, y el· recato y honestidad de la manta de la mujer guajira; ni muchas reinas, realmente reinas, se atavían mejor, como la mujer guajira, con su manta pundonorosa. Las niñas le bailaron la CHICHAMAYA, en medio de la satisfacción del Prelado y de su Comitiva. Como a las 4 de la tarde partimos de Uribia hacia el Internado de Arema– sen. Comenzó para nosotros un verdadero viacrucis, por esa carretera de Uri– bia al empalme con la Panamericana, kilómetros antes de llegar a Maicao. Qué lástima que a esta carretera no se le prestara más atención; toda vez que son unos cuarenta o menos kilómetros, que, para ser una perfecta carretera,· le fal– taría solamente el AFIRMADO para luego pavimentarla, pues el levante está todo terminado y, desde luego, unos pocos aguaceros destruirían por completo esta carretera. En ocasiones no alcanzamos a comprender cómo no se le ocurra a un MANDATARIO, a un Secretario de Obras Públicas, hacer una inversión para tal pavimentación, siendo así que, el día en que esta carretera esté pavi– mentada, ya pueden venir los aguaceros más violentos sobre La Guajira, que no se estorbaría el tráfico, al menos hasta Uribia; y, quien está en Uribia se puede decir que está ya en La Guajira. Anocheciendo llegamos al Internado de Aremasen, en donde, después de una misa concelebrada; una plática del Señor Nuncio a niños y niñas, animándolos porque ellos serán el porvenir de la Península; cenamos, en medio de las múltiples atenciones de las Religiosas Terciarias Capuchinas, que regentan ese Internado en la parte femenina, para luego solazarnos con los distintos números y actos con que los internos obse-
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