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172 ASI ES LA GUAJIRA tarlo en nombre del Pontífice de Roma; y tras los besos, la entrega de las llaves de la ciudad, pot parte del Alcalde, acrecienta aquella donosa sumisión al que ya no es huésped de honor, sino dueño y señor de la ciudad de los Remedios. Empieza entonces el derroche de elocuencia: tres oradores, dos que dan la. bienvenida, y unq que contesta agradecido. Sobre la tribuna engalanada el profesor Luis López, delegado por el Párroco, Padre José Agustín Mackenzie, para dar la bienvenida al Señor Nuncio, elogia la labor de la Misión Capuchina a través de los años; hace eL recuento suscinto de los progresos venidos a esta región por intermedio del· misionero; abunda en elo~os personales, y derrocha verbo e ideas que derrama sobre el Pontífice visitante, cual menudos pétalos de rosafina, de fragante olor. . . ¡Bien por el orador!, exclaman todos! . . . lnme· diatamente el Señor Vicario Apóstólico de La Guajira, con su sencillez, elegan– cia natural y donaire heredado· de sus mayores, pronuncia su discurso, presen– tándole al Legado del Papa una cristiandad al igual que las de los pueblos más civilizados del orbe, hechura del esfuerzo de los misioneros Capuchinos. El Señor Nuncio, pequeño en estatura pero grande, muy grande, por sus dotes in– discutibles de estadista, talento, sociología y· clara visión de los problemas es– pirituales de Colombia, en un castellano con acento típicamente italiano, dio las gracias a los oradores y al público en general, por el homenaje tributado. Trazó un recorrido histórico sobre las grandezas pasadas de Riohacha, cual si hubiera sido testigo presencial de ellas; y con autoridad de único y genuino ex– ponente de la voluntad pontificia, afirmó que Riohacha seguiría siendo la ca– pital espiritual del Vicariato •Apostólico de La Guajira. . . Aplausos, vítores, hosannas y aleluyas al que de esta manera enfática declaraba la permanencia del asiento y jefatura espirituales de la ciudad de los Remedios. Terminado el dis– curso, las felicitaciones y las .ovaciones estruendosas se confundían con los cán– ticos y la música que amenizaba el acto, mientras las Congregaciones, Hermanda– des y ciudadanía entera abrían el desfile rumbo a la Iglesia Parroquial, donde fue entonado el Te Deum de acción de gracias al Todopoderoso por el feliz arribo a estas tierras del ilustre visitante. En desfile imponente fue conducido el Señor Nuncio a la residencia del Señor Vicario Apostólico, que lo es también de los Religiosos Capuchinos, donde descansó unas horas. A las dos de la tarde el Señor Nuncio y su comitiva hacían entrada en el primer poblado guajiro, San Antonio, donde el vetusto y derruído Internado de su mismo nombre pudo decirles a los circunstantes, bien claro, los lustros de penas y sinsabores pasados allí por los misioneros y misioneras. Una hora después, su corazón se ensanchaba paternalmente al contemplar la mole inmen– sa, el magnífico edificio del nuevo Internado de Aremasain, sustituto del visi– tado •hacía poco. Admirable, estupendo, increíble una obra de esta naturaleza en tierras indígenas y con tan escasos recursos; y, recorrido y visto todo el plantel, la mano bondadosa del Prelado dejaba derramar la bendición de Dios sobre la futura morada del guajiro. Aremasain era, desde este momento, oficial– mente inaugurado para el· servicio de los niños y niñas, y puesto otra vez bajo la protección de San Antonio de Padua; feliz coincidencia porque el Prelado también se llama Antonio· Las seis de la tarde sonaban en Riohacha cuando el Señor Nuncio llegaba nuevamente a la ciudad, de regreso de Aremasain. Una Salve Solemne, Pon– tifical en •el altar de la Virgen de los Remedios, nuestra patrona oficiada por
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