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150 - ASI ES LA GUAJIRA Algo semejante podemos decir al ocupamos de Riohacha. Riohacha es, sin duda alguna, de las poblaciones costaneras de un pasado lleno de historia, favorable; no sólo cuando la consideramos como decisiva en la independencia patria, con su figura máxima, el Almirante Padilla, vencedor en el lago de Maracaibo, sino aún en medio de las devastaciones de los piratas, pues que su arrojo y valentía ahuyentaron a esos colosos del mar, amigos de lo ajeno, que hubieran sembrado el pánico y la destrucción por doquier. La más populosa, la más aristocrática de toda la Provincia de Padilla, cuando los consulados emu– laban en señorío y_ distinción; y cuando a ella afluían todos los ricos comercian– tes de otras poblaciones, que yacían en ese período de formación que un día las definió émulas de la ciudad de Padilla, fue Riohacha. Comenzaba su grandeza en el camarín de la Virgen de los Remedios, su egregia Patrona; grandeza del espíritu, la más duradera, la menos codiciada de otros; real nobleza por su fe y su devoción a la excelsa Madre de Dios, que cristalizaba en los festivales inolvidables del 2 de febrero y toda su octava; y del 14 de mayo, donde campeaban el derroche de.oro amonedado, con la más exquista cultura conocida entonces. Y corrían parejas con la aristocracia del espíritu y la abundancia del precioso metal, las joyas valiosas, las perlas abun– dantes y los fardos y más fardos de mercancías que traían cautivos a los pro– vincianos, que volcaban todas sus riquezas en la compra diaria de los artículos extranjeros. Riohacha era entonces la gran matrona arremansada en el señorío de su grandeza positiva. Pero vinieron las guerras fratricidas y también las de Europa, y aquel comercio, motivo de. la grandeza material de esta raza, vino a menos, languideció. La apertura de la carretera que une a todas las poblaciones importantes de la Provincia, con Fundación y Barranquilla, por un lado, y eón los Santan– deres, por el otro; amén de la última guerra europea y la fuga de muchos de sus hijos importantes, prestigiosos y acaudalados, que sentaron sus reales allende la montaña y aquende los mares, todo esto se dio cita para opacar aquella pres– tancia, y quedó la matrona semejante a esas cítaras, encanto y fascinación otro– ra de los admiradores de las bellas artes, ahora sin las cuerdas sonoras de an– taño, ni los dedos que las pulsen. Riohacha desmereció mucho; y huyeron los Consulados famosos; y los extranjeros que habían hecho cuantiosas fortunas bajo la sombra protectora de la ciudad que brindaba su acogida generosa al visitante, fueron a disfrutarlas a otros centros populosos; ¿y qué se originó de todo esto? . . . ¡La decadencia de los valores positivos que constituían la quinta esencia de esta población! Esto es Riohacha hoy. Y sin embargo, conocemos ciudades que, habiendo decaído por cualquier causa, han sabido surgir de sus propios escombros, de sus propias cenizas se han reedificado; ¿y no podría tocarle a Riohacha igual fortuna? ... En forma fugaz hemos visto dos oportunidades únicas, excepcionales, por donde Riohacha se hubiera abierto ancho campo, hubiera resurgido; ambas tuvieron como origen la posibilidad de petróleo en sus inmediaciones; una, cuando la Compañía Petrolera Shell montó sus enormes torres en Buenavista; allí todo hacía presagiar la existencia del petróleo; el movimiento de los enor– mes camiones; las barcazas trayendo inmensidades de toneladas de maquinaria pesada; barcos de gran calado transportando personal abundante; Lansa, con
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