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CAPITULO SEXTO PROYECTO DE PLANES . ERECCION DE DOS INTERNADOS MAS EN AQUELLAS REGIONES EN DONDE HOY POR HOY NO PUEDE LLEGAR LA ACCION BENEFICA DE LOS INTERNADOS EXISTENTES Si hemos de aceptar como indiscutible que la nueva postura de la Misión Capuchina para civilizar más rápidamente al guajiro, los internados, fue una idea salvadora (y esto es auténtico), también hemos de reconocer que los inter– nados existentes distan, el uno del otro, de extremo a extremo de la península; luego hay una gran zona intermedia que es precisamente la que permanece sin la influencia del misionero. Pues bien, en ella es donde se debiera erigir dos internados más, y todo quedaba subsanado. lpapure es un lugar fronterizo, de abundantes aguas, y en donde se podrían concentrar una gran cantidad de in– dígenas de las regiones de Cocina, que siempre se han considerado como los más atrasados de La Guajira. Las extensas sabanas de Jarara, en 'donde se consiguen guajiros casi primitivos, sería el otro lugar estratégico para otro in– ternado. La célebre laguna de Cuiza sería el reservatorio de aguas para el plante. Quien ha seguido lentamente el análisis del fruto inmenso de los internados, y ha podido comprobar cómo los lugares más civilizados de La Guajira son los más inmediatos a esos planteles (aparte de ·las poblaciones civilizadas de suyo), y, por otra parte, palpa la inmensa desolación de los sectores aledaños a Ipapure y Jarara, juzga como inminente la necesidad de la erección de inter– nados en estos lugares. Son muy pocos los niños y niñas que de estas dos re– giones se educan en nuestros planteles; y los pocos~ han sido llevados por los misioneros en sus excursiones por esos desiertos. Quien. ha tratado de cerca a un jarareño se habrá convencido en seguida de lo útil que le hubiera sido ha– ber tenido algún mayor contacto con la civilización, y los internados llenarían ese vacío. MEJORA DE LOS EDIFICIOS DE LOS INTERNADOS' ACTUALES Quien vio la desolaci6n que presentaba el internado de San Antonio (Pancho), cercano a Riohacha y el primero de los erigidos por Monseñor Ata– nasia, bien podría repetir la poesía clásica: "Estos, Fabio, ¡ay dolor! que ves ahora Campos de soledad, mustio collado Fueron un tiempo ... " porque, a la verdad, sus ruinas no servían sino para enaltecer la abnegación y el renun-

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