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142 ASI ES LA GUAJIRA tica, en orden a la consecución de su civilización; que se consulte alguna vez a la Misión sobre los problemas trascendentales que se agitan en tomo a esta raza; porque eso de creer que sólo los gobernantes tienen luces, ciencia, y otras cualidades para orientar a este pueblo, es, si no absurdo; una equivocación, ya que la Misión tiene sus elementos que, a las idénticas luces que puede poseer el civil, une sus conocimientos asaz precisos sobre el guajiro; que acaso no los aventajen muchos hombres del úobierno: La civilización del guajiro se alcanzará mejor con obras constructivas que destructivas. En ocasiones ha habido gobernantes que, convencidos de que la Misión Capuchina ha venido en todos los tiempos laborando en bien de este nativo; a manos llenas y con hidalguía que merece aplauso colectivo, ha abierto las arcas del Erario nacional en beneficio de estos indígenas, áliyiándolos en sus necesidades y marcando un paso de progreso en su civilización. . . Pero, otros gobernantes, aun dentro de los mismos regímenes, han enjuiciado los pro– blemas guajiros como cosa baladí y han comenzado a recortar las subvenciones, no sólo las que suelen otorgársele a la Mis1.ón, para los indígenas, .sino aún las que con:stituyen ei presupuesto civil Departamental, retrasando así esa era de progreso que se vislumbraba en lontananza, por lo mejor atendidos que podrían estar los probelmas tanto de la Misión como de la Gobernación, al contar con mayores auxilios. Decíamos hace poco quela civilización del guajiro se conseguía mejor con obras constructivas que destructivas; y es lo cierto. La labor de los que opinan y propalan que el misionero no hace nada, es destructiva; .si la Misión se reti– rara de su labor patriótica en La Guajira, los males que se seguirían para este indígena no serían pocos. Hay muchos ilusos que creen que se puede muy bien prescindir del misionero y suplantarlo por el maestro escolar. Nada más errado que esto, porque tal maestro jamás tendrá" vocación de .. mártir ... ; y el triste galardón del que vive entre indígenas en esta labor es el martirio silencioso, sin recompensas airosas, y teniendo por .solos compañeros la inclemencia de la na– turaleza, la soledad y las incomprensiones de los demás; en una palabra; el has– tío, que cristaliza y plasma en el desespero por salir hacia donde haya un con– tacto más cercano a la civilización. ¡Que lo intenten los que así piensan; que alejen al misionero católico de la labor de civilización y colombianización de los L'1dígenas, y entonces sabrán los gobernantes por cuánto le sale al Erario público el ensayo! ¿Cuál será el rector seglar que acepte dirigir un internado o un plantel similar en La Guajira, en las condiciones en que lo vienen haciendo años y más años los Religiosos Capuchinos? No dudamos que sí se podría, si se quisiera, suplir al misionero con elementos seglares; pero, eso sí, también con fastuosos sueldos; con un tren de profesores bien remunerados, bien alimentados; con buenos vehículos; con miles de atenciones y comodidades; y, finalmente, con todo aquello que convierte en orgía lo que debe ser cátedra de moralización; ¿y cuánto no costaría esto? ¿Cuáles serían los frutos que se cosecharían, como justa recompensa al sangrante Erario? ¿Serían éstos, frutos constructivos o des– tructivos? . . . Porque si después de todo, a esta civilización obtenida a tan su– bido precio tuviéramos que ponerle un reformatorio donde fueran recluídos la mayor parte de los educandos, pasados bruscamente de la vida montaraz a la ultracivilizada (que tales serían los efectos de esta educación), más valdría tor-

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