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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 137 cómo se las arregla para administrar un presupuesto siempre cmto, pero inde– fectiblemente siempre estirable ... En la primera edición de este libro describimos la irrisoria cantidad de dinero que el Gobierno venía dando para el sostenimiento de cada interno gua– jiro, pero en ésta hemos de confesar, en honor. a la verdad, que las partidas han sido aumentadas algo, y que alimentamos la esperanza de que el Congreso me– jorará el presupuesto misional, si es que desea el Gobierno que los internados reciban mayor número de educandos. Al declarar abiertas las tareas escolares es enviado cada mno a la clase respectiva. Suele dividirse el año lectivo en cuatro cursos (o en tres, según la capacidad y número de los alumnos). Estos cursos son: El Preparatorio; el Primero, el Segundo y el Tercero elementales; nada más que a esto se reducen los estudios en los internados, y es por eso por lo que siempre hemos abogado por las Escuelas Complementarias de Artes y. Oficios en La Guajira, adonde estos niños salidos de los internados deberían ingresar para coronar una ca– rrera lucrativa; o también, que el Gobierno dé más facilidades a la Misión, aumentando 'más el presupuesto actual, para así aumentar los cursos de ense– ñanza y crear nosotros mismos en estos planteles las dichas Escuelas Com– plementarias. Al Preparatorio entran los niños que nunca han estado en el internado o en escuela alguna, y que, por lo regular, no conocen ni la O por lo redonda. Esta clase está atendida generalmente, tanto ,en la sección de varones como en la de ,niñas por una joven de las educadas en el mismo internado, de las mejores pre– paradas; ordinariamente se busca que, a las dotes de talento y preparación; una las mejores cualidades morales posibles. Las clases correspondientes a este curso de Preparatorio siguen este procesó: La maestra dicta su clase en puro guajiro; comienza el niño a escuchar en su propio idioma cosas nuevas, cosas del todo desconocidas para él. Cuando en la mente del alumno se van acumulando estos conocimientos, la maestra vuelve a repetirlos, pero esta vez lo hace en español, de tal suerte que, cuando nota que no se ha dejado entender de ellos, les repite entonces lo mismo en guajiro. El segundo es para que el alumno empiece a hablar las primeras palabras españolas, y los exámenes finales son en español, de parte del alumno, pero la maestra les hace preguntas en guajiro. Un examen de estos alumnos principiantes es algo verdaderamente divertido, por los es– fuerzos del muchacho o de la niña para contestar en español, y por la clase de léxico que emplea. Hay algunos visitadores que de tarde en tarde vienen a La Guajira y que incurren en el error de creer que se puede y hasta se debe seguir exactamente en estos internados el mismo pénsum de estudios que se guarda en los demás planteles del resto del país; dichos Visitadores juzgan a priori; esta exigencia es ]a misma en alcance que la del que opinara que la misma alimentación se le debe dar a un niño de tres meses de nacido, que a 1.m adulto. En toda obra duradera hay que comenzar por el principio, y el principio en La Guajira es ir enseñándole lentamente al niño lo más elemental, lo rudimentario, ·precisa– mente lo mismo que ya sabe por lo medios objetivos en una villa civilizada. tin niño de ocho años. Hay muchos visitadores que no tienen ni sospecha de lo que rudimentariamente sabe un indígena, a quien no se le pueden meter de

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