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P. JOSE AGUSTIN MACKENZIE 131 consigna aquí su gran aprecio y cariño; y lamenta su separación. Y como el vacío que los Padres navarros ,dejaban en el Vicariato no lo podía llenar nuestra Provincia todavía, los Superiores recurrieron a la ayuda de los Padres Capuchinos italianos de la Provincia de la Abrucia, y con tal motivo están ya trabajando en el Vicariato los siguientes Padres: Jerónimo de San Benito, Jefe de la expedición; Pablo de Tussio; Tarcisio de Ripacorbaria; Casiano de Salle; Reginaldo de Tomimparte y el Hermano lego Fray Elías de Ateleta. Antes de finalizar 1952 llegaron al Vicariato cinco Padres y un Her– mano más, que han sido una verdadera promesa para los moradores de La Guajira. Estos son: los Padres Casimiro de Spoltoro, Pío de Mosciano, Felicí– simo de San Benito, Ricardo de Guardiagide, Alejandro de Marano y Fray Juan, Hermano lego. La llegada de los Padres _italianos es un verdadero alivio para nosotros, que en el duro esperar de varios años (los que duró la guerra civil), tuvimos que soportar el peso de una carga muy superior a· nuestras fuerzas; empero, esta misma escasez de Padres produjo un resurgir de todas las actividades ma– teriales y espirituales del Vicariato en el cual se vio y se sigue viendo la bon– dad de Dios derramada por doquier, en ayuda del sembrador del Evangelio. Cada Padre realizó empresas cual correspondía no a uno, sino a tres misione– ros; y debido a este esfuerzo, hijo del arrojo y del deber de superarse cada cual a sí mismo y a los demás, no hubo una obra de importancia en el Vicariato, material y espiritual, en la cual no fuera el misionero a la cabeza, y es por eso por lo que vemos esa floración en cada Parroquia, .que compite con cualesquie– ra de los demás centros misionales y parroquiales del país. De un conquistador español se cuenta que, al ver las inmensas penalida– des que sufrían sus compañeros .de conquista, por la inclemencia del tiempo, las necesidades materiales, y las luchas continuas por atraer al aborigen; al sos~ pechar que los suyos darían un paso atrás, malográndose así todo el éxito de la expedición, en un momento de genialidad y de bizarría, quemó todos los ba– jeles y embarcaciones surtas en el puerto, para obligar a sus compañeros a no regresarse. . . Y, ante tal imposibilidad, todos arremetieron con entusiasmo la conquista; se superaron a sí mismos y lograron ayudar al indígena a realizar la magna obra del progreso de sus semejantes. Cosa parecida ocurría en nuestro Vicariato, y frutos análogos se obtuvieron por parte de los misioneros ... Hemos hecho un recuento, hasta el momento, de la magna labor llevada a cabo por los Religiosos Capuchinos españoles, en estas tierras guajiras; abrien– do trochas, fundando internados, arrostrando .todo género de sacrificios rayanos en verdaderas heroicidades, como lo exigían las circunstancias de un compro– miso con la Iglesia de Cristo y con el Gobierno de Colombia. Posteriormente resaltamos idénticos esfuerzos nevados a feliz término por los Capuchinos de la Provincia española de Navarra, quienes vinieron a pres– tarnos todo su apoyo noble y decidido, en favor del guajiro; y luego, a media– dos del año de 1952, nos llegó la segunda remesa de capuchinos italianos, per– tenecientes a la Provincia de la Abrucia, debido a la escasez de capuchinos esp'añoles, por la guerra civil de la Madre Patria España. Era, apenas lógico, que, si los capuchinos italianos se cbnnaturalizaban

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