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130 ASI ES LA GUAJIRA Demos ahora una mirada retrospectiva: Comparemos por l.Ul momento cuan– to hemos descrito en esta obrita "Así Es la Guajira", desde que la Misión Ca– puchina puso su planta en estas tierras, y veremos cómo, a fuer de caballeros, si no es que nos mueven bastardas pasiones, hemos de reconocer los enormes beneficios que han reportado estos indígenas, desde aquel dichoso entonces. Ya a estas alturas casi puede afirmarse que la Misión hizo lo que le toca– ba hacer; hoy puede muy bien entregarle a la Patria ese Pedazo de suelo, incor– porado a la soberanía nacional, ondulando la bandera tricolor en todo el terri– torio guajiro, a ciencia y conciencia de sus moradores, razón fehaciente del de– ber cumplido a cabalidad; ya el Himno Nacional se escucha en estas tierras cantado por el morador autóctono, que considera suyo lo que antes estaba por conquistar: su misma patria chica. Y ya también la misma Iglesia Católica ha incorporado a su . seno, por el desvelo y esfuerzo del misionero, muchísimas almas guajiras, para quienes de otro modo la Sangre redentora de Cristo hu– biera quedado como en suspenso; ya el bautismo las ha regenerado; ya algún día también ellas tomarán parte en el Banquete Eterno que le fue cerrado a las Vírgenes Necias del Evangelio. Esta mirada retrospectiva dirá con claridad meridiana a todos los colom– bianos, cómo no resultaron fallidos los anhelos del Gobierno, cuando un día fue en busca del Misionero Capuchino español, para que redujera a la vida civilizada a este indígena; cómo el Erario no fue defraudado, ya que no tiene punto de comparación el. precio de una civilización dada casi regalada, con los gastos que se llevaron a cabo para su consecución; y cómo la deuda de grati– tud de Colombia para con esos religiosos beneméritos debe ser imperecedera. Sobre esas bases de civilización y de cultura que ya el guajiro adquirió por la intervención del misionero, puede muy bien la Patria Colombiana pro– seguir, y perfeccionar esos rudimentos para que se llegue algún día a la culmi– nación del ideal máximo: la civilización perfecta de esta raza genuinamente nacional. La Provincia de Valencia ha cosechado, pues, el máximo de sus rendi– mientos al ver convertido en fruto maduro este anhelo de civilización del gua– jiro. Y no han sido pocos los esfuerzos que ha hecho desde el principio de la erección de este Vicariato, y más aún con motivo de la guerra civil española de 1936 y siguientes, que diezmó casi por completo la juventud capuchina, im– posibilitando el envío de más personal al Vicariato; pero supo sacar airosa su responsabilidad ante la Iglesia y el Gobierno Colombiano, celebrando un con– trato con la Provincia Capuchina de Navarra, en virtud del cual llegaron al Vi– cariato cinco Padres navarros, y permanecieron en él por espacio de diez años, mientras se reponía la Provincia nuestra; estos sacerdotes fueron: Reverendo Pa– dre Ruperto de Arizaleta, Jefe de la expedición; Reverendo Padre Bemabé de Cáseda; Reverendo Padre Eugenio de Legaría; Reverendo Padre Camilo de Torrano y Reverendo Padre Miguel de Arruazu; posteriormente vino el Reve– rendo Padre Rafael de Gulina, también navarro. Estos religiosos trabajaron con denuedo y entusiasmo digno de su gallarda Provincia, hasta mediados de 1952, en que pasaron a engrosar las filas de la Misión del Ecuador, encomen– dada a Navarra y presidida por el Muy Reverendo Padre Ruperto de Arizaleta, Para todos y cada uno de estos inmejorables religiosos el autor de esta obra
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