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114 ASI ES LA GUAJIRA la manera de comportarse gran parte del mundo contemporáneo, que aparenta piedad, para ser vistos y admirados (algunos) cuando, en realidad, viven olvi.:. dados de los preceptos reales de Jesucristo Dios. Af menos, el guajiro cree en algo, y lo practica sinceramente, en forma rústica, primitiva; empero, hoy nos confunde presenciar, como meros espectadores, de toda una raza civilizada, los errores de aparente alta cultura; o, de alta cultura en realidad, pero desprovistos de mística y de convicción; una ensarta, una tela de araña; un enmarañamiento de estrambótica sabiduría, clacisista, elocuente, con gerundios y estrambóticas palabras, que, al modo de cantos de sirena, llegan hasta a convencer a perso– nas de alguna preparación intelectual. Y, no es de extrañar, porque ya lo dijo Jesucristo: "Los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz". Literatura barata, lir de esos pseudo sabiosi pero que, en realidad, le están dando un vuelco aún a cuestiones dogmáticas, por la ineptitud teológica del auditorio, teatro de sus especulaciones. En todo caso, en la época moderna, se ha logrado lavar el cerebro de las juventudes, para imprimirles doctrinas tan distintas de las que conducen al hombre a Dios, y al servicio de sus semejantes. Entonces, nos preguntamos: ¿Sabiduría para qué?; ¿sabiduría para que el hom– bre aprenda medios más taimados, para utilizarlos para destrucción de la mis– ma raza humana? Y si no, que nos digan los autores de la bomba atómica; de los cohetes televisados y de tantos inventos más, para destruir a la humanidad? No hubiera sido mejor, destinar esas fabulosas sumas de dineros, en vez de destrucción del ser humano, para llevarle a los hogares marginados, un alber– gue, ropa con qué cubrir su desnudez paradisíaca; locales de escuela, de sana moral; donde se forjen las conciencias a tono con las doctrinas de Cristo, y no con las de Mao, Estalin y tantos, que predican y no practican?. Hagamos unos considerandos, con sus respectivas deducciones, con mente serena; sin perjuicios, sin retaliaciones, pero con la esperanza de una respues– ta, a una apertura de ideas y apreciaciones. Así comenzamos: La generación de hoy, y más que todo, la juventud de ambos sexos, no cree en Dios; o, al menos, se fabrica, se construye, se forja un Dios a hechura o sabor suyo; un Dios ma– niquí, que debe de acomodarse no a los atributos divinos, (en los cuales la juventud no cree) sino en lo que el hombre quiere y desea para él; un Dios supremamente bueno, ·pero nada más que bueno; justo, no; sino supremamente bueno, y ellos llaman DIOS BUENO, a aquel que no sanciona el desbarre, sus procederes inadecuados; un Dios que no se meta· en nada de lo malo que ellos hagan; más aún, míope, sordo, maniatado, inepto para toda sanción. Natural, estas CUALIDADES DE SU DIOS, es en aquellos que dicen creer en Dios porque la mayoría no cree. Las expresiones papá, mamá; autoridad eclesiástica o civil; militares; están mandadas a recoger, para ellos; son cosa caduca; vegestorios en desuso, y por ende, inexistentes; y, de aceptarlas, sería a su manera y sabor, porque, a su de– cir: TODOS SOMOS IGUALES? Entonces, la Autoridad para qué? El cielo, el infierno, el purgatorio, la moral, esos . . . esos, dicen ellos, fueron cuentos de hadas; engañabobos, para estructurar a un hombre tímido, sin personalidad; hoy, eso está a la deriva; y, en lo que respecta al amor? el amor? esa, para ellos es también palabra vacía; ahora cada cual cosecha donde no ha sembrado; lo que les interesa es gozar . . . gozar . . . gozar . . . El amor libre es lo ideal, así querrían ellos y así lo practican ya. Amigo lector: Lo creas o no, esa es la humanidad de hoy, y a esa humani-
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